Bien mirado, la brecha que separa las propuestas de republicanos y demócratas es nimia si se compara con los riesgos que entraña no llegar a un acuerdo antes del 31 de diciembre: el temido "abismo fiscal".
A esta altura del partido fiscal que juegan los dos grandes partidos estadounidenses, ninguna diferencia debería ser insalvable para evitar un tremendo desplome de la economía si los recortes y los incrementos automáticos de gastos e impuestos, respectivamente, se producen por una falta de consenso.
Se debe recordar que la primera economía del mundo se vería golpeada por unos automáticos incrementos impositivos y recortes de gastos sociales del orden de los 600.000 millones de dólares, un camino seguro hacia una nueva recesión, con todos sus efectos sobre el resto del mundo.
Hasta el pasado martes, la negociación entre el presidente Obama y el líder republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner, se había acercado a un punto difícilmente imaginable antes de la victoria electoral demócrata del pasado 6 de noviembre.
Por primera vez en 20 años, el liderazgo conservador accedía a aumentar impuestos tal como lo pedían los demócratas, aunque no en el mismo rango de ingresos: Obama pretendía incrementos a partir de los 250.000 dólares anuales de ingresos, en tanto que Boehner aceptaba que se hicieran a partir del millón de dólares.
El presidente contraatacó situando esa cifra en los 400.000 dólares, pero al llegar a este punto el líder republicano recordó que ellos estaban cediendo, en tanto los demócratas no cumplían con su palabra de proceder a un recorte de gastos sociales mayor, acercándose a sus propuestas.
En los hechos, mientras el Gobierno de Obama quiere obtener recursos fiscales añadidos de 1,2 billones procedentes de mayores impuestos y sumar otros 800.000 millones con la disminución del gasto, los republicanos quieren que esos dos billones provengan a partes iguales de recortes de gastos y subas de impuestos.
En este contexto del debate, Boehner se descolgó de manera unilateral de las discusiones y anunció que los republicanos presentarían una propuesta de ley para ser votada en la Cámara de Representantes, un llamado "plan B", cuyo eje es que la suba de impuestos se haga a partir de los ingresos de un millón de dólares anuales.
Pero la sorpresa desagradable que Boehner no esperaba provino no de las filas demócratas de la Cámara sino de los propios representantes republicanos, ya que el líder del bloque no consiguió el número suficiente de votos para hacer aprobar su proyecto.
Así las cosas, el jueves por la noche y el viernes por la mañana se vivió un ambiente dramático en los ámbitos político y bursátil, donde el cundió el temor a que la desautorización sufrida por Boehner y la evidente división en el seno de los republicanos diera por tierra con toda la negociación.
Sin embargo, el viernes por la tarde los malos presagios se alivianaron, si bien no desaparecieron, al admitir Boehner que sigue "dispuesto a dialogar con el presidente para arreglar el problema".
Es evidente ahora que Boehner, en primer lugar, pero también los republicanos de conjunto, han salido muy mal parados de esta maniobra de presión que el líder conservador intentó jugar para obligar a Obama a conceder un mayor recorte de gastos, sobre todo en pensiones y Seguridad Social.
Es verdad que, momentáneamente, los mercados y el ánimo político fueron duramente golpeados por el fracaso de Boehner en el seno de su partido.
Pero también lo es el hecho de que la pelota está ahora, más que antes, del lado conservador, y que cualquier negativa a firmar un acuerdo antes de fin de año con Obama haría recaer el costo político sobre los republicanos.
Los mercados están nerviosos y pendientes de esta negociación al filo de la navaja, tal como lo muestra la caída de los Bolsas ayer y, también, el ascenso del dólar, esa paradoja que ocurre cada vez que la economía estadounidense está en problema.
El dólar vuelve así a mostrar que es la única moneda de reserva confiable, más allá de que el país que la emite pueda estar al borde de un abismo, como aconteciera durante la crisis de 2008, cuando el resto de monedas se depreciaron frente al dólar debido al flujo masivo de capitales hacia Estados Unidos.
La próxima semana difícilmente aflore un acuerdo definitivo entre demócratas y republicanos, pues las negociaciones serán retomadas el 27 de diciembre.
Casi nadie duda de que, excepto una pulsión suicida de última hora, Estados Unidos tendrá un acuerdo fiscal en la última semana del año.
Fuente: Télam
