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Martes 07 de Mayo de 2024
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Castro analiza los aspectos actuales del pensamiento de Arendt

A 50 años de la publicación de Eichmann en Jerusalén, la crónica de Hannah Arendt sobre el juicio al criminal de guerra nazi, el pensador español Ignacio Castro opinó que las nuevas guerras que Occidente libra en diversas partes del globo tienen su antecedente más próximo en el dispositivo montado por el nacionalsocialismo.
En diálogo con Télam desde Madrid, el autor de "La depresión informativa del sujeto" agregó que el concepto de ´vida activa´, utilizado por Arendt, subsiste fuera de las fronteras europeas y norteamericanas, en las naciones latinoamericanas y en islotes de las democracias occidentales".

Ignacio Castro es doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UNAM); entre sus libros figuran "Sociedad y barbarie", "La sexualidad y su sombra" y "Votos de riqueza".

- T: A 50 años de la publicación de "Eichmann en Jerusalén", ¿Cuál que es la importancia de sus ideas hoy?
- C: Causa simpatía su estudio humanista de las formas modernas de poder y de totalitarismo. Hay páginas de "La condición humana" que resultan actuales. En ese texto inicial es muy pertinente su análisis de la extensión del poder moderno al horizonte total de la vida biológica humana. El prólogo es un análisis certero, en la segunda parte del siglo XX, acerca de la planetaria voluntad de ´despegue´ del poder, en el Este y en el Oeste, sobre la común condición mortal.

Arendt habla de una "doble huida" (de la Tierra al Espacio, del Mundo al Yo) que todavía sirve para diagnosticar algunos de los resortes de la metafísica del poder occidental moderno. También un certero análisis del vuelo "espacial" de una nueva elite que, en democracia, habla un metalenguaje técnico.

Pero su perspectiva se queda muy por detrás de lo que (Martin) Heidegger pone en pie en los 40, y más tarde (Guy) Debord y (Michel) Foucault, al analizar el ascenso de la biopolítica, un poder anclado en las venas de la existencia humana.

- T: Este tiempo, ¿puede pensarse bajo las condiciones de una articulación entre pensamiento y vida activa?
- C: No veo cómo. En el llamado "primer mundo", la vida activa se subscribe al dictado de la macroeconomía, una biopolítica que gobierna las vidas con ayuda de la medicina y la psiquiatría. Aparte del espectáculo deportivo y sexual, la vida activa está entre nosotros casi devorada por el régimen de la interactividad, una ruidosa comunicación que esconde una profunda interpasividad (Baudrillard) del hombre contemporáneo ante lo común.

La "libertad de expresión" ha maniatado casi por completo a la vida activa. Funciona un conductismo masivo que más bien ha articulado el pensamiento con la vida pasiva, expectante de la circulación social.

- T: ¿Cómo es eso?
- C: Por ejemplo, no está claro que de esta prisión de paredes abiertas se libre un fenómeno como el de los "indignados" en España. Creo más bien que la vida activa va a venir de fuera, de esas naciones y culturas que rodean al bastión europeo y estadounidense con una mezcla de amenaza y promesa.


- T: En "La condición humana", Arendt sospecha que el humano es un animal hobbessiano, y en "Eichmann…" desmitifica al mal como categoría ontológica. ¿Se trata de una contradicción o de una figura para pensar, como ella dice, a un nuevo tipo de criminal?
- C: A pesar de sus límites biopolíticos, los estudios de Arendt son actuales en la perspectiva de pensar un poder impersonal que gradualmente se libera de la concentración de poder en una instancia estatal o personal determinada. El poder moderno, en la medida en que reduce su núcleo a una estructura metafísica de elevación (Arendt nunca pierde de vista los análisis de Heidegger), tiende a una expansión inmanente, sin centro de gravedad ni espacio localizado de encierro.

Y temo que tiene parte de razón en su diagnóstico de un mal difuso, no personal, donde el individuo cumple un papel vicario.
El nuevo tipo de criminal, luego de la segunda guerra, es un funcionario público, un sujeto que no mantiene distancia con la obediencia al universo mitificado de la ley y las normas.

De alguna manera, el mal (¡y el bien!) tienden al grado cero de la banalidad, ejecutados por personas que sólo le ponen la faz a una eficacia pública impersonal, en democracia o en regímenes totalitarios.


- T: Ese tipo de criminales tuvieron cobijo en países aliados…
- C: La carrera espacial soviético-norteamericana se hace con científicos de formación nazi. Y esta sombra siniestra la podemos rastrear en avances científicos occidentales posteriores a 1945, particularmente en la biogenética que hoy causa tanta sensación en las democracias espectaculares.

Extiende la ilusión política de un poder global que se arraigue en el cuerpo mismo de la vida biológica, superando las dualidades de antaño (individuo/Estado, etcétera).

El nuevo tipo de criminal acéfalo, que ha sido tan eficaz en las "guerras justas" que Occidente libra en el mundo, tiene en la eficacia técnica del nacionalsocialismo uno de sus modelos clave. Cuando un alto mando estadounidense defiende que las "ratas" iraquíes no merecían arriesgar la vida de un sólo soldado estadounidense, estamos situados ante la ferocidad de un racismo técnico que otra vez tiene sus precedentes en el nazismo.

El nuevo tipo de criminal masivo es compatible con una vida ciudadana ejemplar, la sonrisa de la democracia y la obediencia a las leyes, incluso la mentalidad humanitaria. En este punto, la desmitificación del mal que realiza Arendt sigue vigente.


- T: ¿Qué pensaba Arendt sobre la actitud de Heidegger de no renunciar jamás a su carnet nacionalsocialista?
- C: El "carnet" nazi de Heidegger es un tema manipulado que jamás angustió a Arendt. A pesar de ser un intelectual "ario" muy atractivo para los nazis, hizo lo que pudo por quedar al margen y no participar en la barbarie.

Media Europa y parte del mundo occidental exterior colaboró con el régimen nacionalsocialista. Cuando Heidegger se deja arrastrar por los nazis, todos los gobiernos extranjeros se apresuraban a reconocer a Hitler.

Lo que incomoda, bajo la ideología del nazismo y la ideología liberal, es la filosofía de Heidegger, con la que Arendt no tiene ningún punto frontal de choque ni fricción. Se podría decir que ella y otros pensadores (Sartre, Beaufret, Lévinas) serían inconcebibles sin el autor de "Ser y tiempo". En gran medida, los que sacan a Heidegger de la proscripción a la que se le condena, primero por los nazis y después por los aliados, son pensadores judíos europeos.

Fuente: Télam

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