La paradoja está planteada a primera vista en una observación del discurso oficial y la realidad que se viven a partir de pocas cuadras de la Plaza 25 de Mayo, ni hablar de la comunidad del interior provincial.
Que Catamarca es el primer polo olivícola de Argentina, que somos la provincia que está a la vanguardia en inversiones mineras… sin embargo, todos los días se comprueban que las empresas olivícolas explotan y ofrecen pésimas condiciones laborales –léase negrean- a sus cosecheros como en pocas partes del mundo, y sabemos que son muy pocos, pero muy pocos los comprovincianos que pudieron beneficiarse con la explotación de los yacimientos mineros. Entonces muchos nos preguntamos si realmente, por donde pasa realmente el negocio.
Que somos una provincia pobre y dependiente, lo sabemos, que estamos insertos en una región escasamente desarrollada de un país no desarrollado, lo sabemos, pero nuestros políticos no hacen nada al respecto, parecen no acusar recibo de la situación.
El 14,2% es realmente una cifra desesperante para una provincia que se precie de poseer el potencial que dice tener. No es consuelo integrar la región postergada - el INDEC revela que Tucumán, Salta y La Rioja le siguen en porcentaje de desempleo - . Sería consuelo saber que las autoridades tomen real conciencia del cuadro situacional en que se encuentra la provincia y dejen de lado las conquistas personales, las luchas por los cargos y espacios de poder por el solo hecho de permanecer.
La ecuación sigue y seguirá siendo la misma, la desocupación genera pobreza, la pobreza exclusión y marginalidad y en ellas se engendra el delito, por ello, si el desempleo crece, todo lo demás lo hará en forma directamente proporcional, algo que nos lleva irremediablemente a un oscuro horizonte.
Finalmente, para algunos que no lo saben, aclaramos que: trabajo se llama a la ocupación diaria a la que el hombre debe su salud, su subsistencia, su serenidad y su sentido común. Por todas estas características, se puede afirmar que dignifica al hombre, ya que lo hace obrar de manera que merece el respeto de los demás y de sí mismo. Lo hace sentirse útil y realizado, lo que convierte al trabajo en una actividad necesaria y esencial para su vida.
El desempleo provoca vergüenza, frustración e impotencia en quienes lo sufren al generarles un sentimiento de no ser merecedores de lo que tienen y de no aportarle nada a la sociedad en la que viven.