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Miercoles 08 de Mayo de 2024
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El poder y la subjetividad en el siglo XXI

Pablo E. Chacón

En "Políticas de la vida", el sociólogo inglés Nikolas Rose organiza el cuadro de situación de la biopolítica contemporánea, disciplina que no es ajena a la genética, la neoética, la economía y la salud bajo el formato administrativo de la sociedades liberales, acaso otra manera de nombrar la trama que incluye a la fuerza de trabajo en la era de la reproducción digital.
El subtítulo del libro, publicado por la Editorial Universitaria (Unipe), es "Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI", y trata, entre cuestiones de diverso calado, cómo la medicina (que se ocupaba de tratar las "anormalidades") ahora también se ocupa de las "normalidades", incluso para modificarlas.

Rose quizá no reconozca que sus ideas -muy vinculadas a cierto paradigma empresario en esta materia- es un heredero heterodoxo del filósofo italiano Giorgio Agamben: la "nuda vida" tiene su traducción tecnocrática (y kantiana) en "la vida en sí".

Nacido en Londres en 1947, desde comienzos de este año está a cargo del Departamento de Ciencias Sociales, Salud y Medicina del King´s College de la capital británica. Es editor de la revista BioSocieties.

Antes, estuvo al frente de la cátedra James Martin White de Sociología de la London School of Economics, donde fundó y dirigió el centro BIOS, dedicado al estudio de las relaciones entre ciencias de la vida, biotecnologías, medicina y sociedad.

Publicó, entre otros libros, "The Psychological Complex", "Governing the Soul", "Inventing Our Selves" y "Powers of Freedom: Reframing Political Thought".

Rose reconoce un antecedente: el francés Michel Foucault, quien, escribe la directora de la colección, Flavia Costa, a partir de la publicación de los cursos dictados en el Collège de France a fines de los 70, hizo girar "el estudio de las sociedades disciplinarias (...) hacia la biopolítica, es decir, hacia la tesis más general según la cual la política moderna ha sido, y sigue siendo, una política de y sobre la vida. Una política no tanto de la represión o supresión de lo viviente, sino de su potenciación selectiva".

La biopolítica interpela a la vida ya no sólo a partir de dispositivos ortopédicos sino también desde los saberes de la biotecnología, medicalizando los cuerpos y modificándolos: un nuevo modo de subjetivación para un nuevo modo de producción.

"Políticas..." fue publicado en Inglaterra en 2007. Es decir, antes del crack bursátil y después de la ola de optimismo que divulgadores como Jeremy Rifkin bautizaron como "el siglo de la biotecnología". Esa diferencia de época no es menor.

Si entonces la discusión era sobre patentes, nuevas regulaciones y comités de ética, en la actualidad la discusión (sin dejar esos tópicos) no puede eludir las diferencias económicas, la eugenesia potencial y el papel central de los laboratorios farmacéuticos y sus socios, los gobiernos, sin distinción de ideologías.

Las subjetividades producidas por la biopolítica también traen su novedad. Por ejemplo, según Rose, "un aumento cualitativo de la capacidad de modificar nuestra vitalidad, nuestro desarrollo, nuestro metabolismo, nuestros órganos y nuestros cerebros".

Por cierto: la subjetividad no es el sujeto, y lo que la ciencia no toca es lo real, que puntualmente, en este caso, podría asimilarse al inconsciente.

Con todo, "la vida humana se entiende ahora en el nivel molecular; es en ese nivel que es posible atomizar los procesos vitales y alterar mediante procesos de ingeniería la vida", agrega Rose.

"Parecería que en ese nivel no hay nada místico, nada que no pueda entenderse respecto de la vitalidad: todo y cualquier cosa parece ser comprensible". Y susceptible de intervenciones calculadas "al servicio de nuestros deseos respecto de la clase de persona que queremos ser y que nuestros hijos sean".

El inglés es taxativo (como jamás lo fue Foucault): "Por consiguiente, las disputas que se suceden en torno de cada una de estas cuestiones, sean células madre o drogas inteligentes, se hallan determinadas, en parte, por las oportunidades y amenazas que esa visión molecular de la vida parece suscitar".

En otros términos, es la diferencia que existe entre las sociedades disciplinarias y las sociedades de control que teorizó Gilles Deleuze: las del fascismo permisivo.

Rose, en las antípodas del francés, sostiene que "en la medida en que los seres humanos empiezan a experimentarse de nuevos modos en cuanto criaturas biológicas (...) su existencia vital se vuelve foco de gobierno".

Y "objeto de gobierno, de nuevas formas de autoridad y conocimiento (...) territorio e expansión para la explotación bioeconómica", o la lucha de clases por otros medios y con una competencia inesperada: el del Oriente chino e hindú.

Formidable fuente de ganancias presentes y futuras, los intelectuales que atienden a la ética en cuestiones de técnica, juegan la ley del corazón en un campo sin leyes, tanto más peligroso cuando ese juego opera ignorando lo real de la ciencia, un imposible de apadrinar por millonarios y profetas del poder.

Fuente: Télam

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