Arenas nació en 1943 en Aguas Claras. Problemas con el régimen del dictador Fulgencio Batista y luego con el propio Fidel Castro, en la isla -amigo de Virgilio Piñera y de José Lezama Lima- apenas pudo publicar un libro. Sin embargo, es considerado uno de los maestros del neobarroco, tendencia de la cual formaba parte Severo Sarduy. Y forzando un poco las cosas, Guillermo Cabrera Infante. Uno y otro tuvieron, si se quiere, mejor suerte.
En Termina… el escritor da rienda suelta a su increíble facilidad para encadenar palabras, convertirlas en neologismos y en tramas que pasan por oníricas (o por pesadillas). Arenas estaba hecho de la misma madera de Pier Paolo Pasolini o de Rainer Werner Fassbinder.
Sus proezas sexuales pasarán a la historia, quizá tanto como su capacidad para escribir en un contexto hostil, vigilado o preso; después del caso Padilla, este escritor no fue objeto siquiera de la posibilidad de denunciarse a sí mismo. Sus amigos aseguran que jamás hubiera aceptado esa oferta traicionera.
Arenas tampoco soportó Miami, ni siquiera Nueva York, y mucho menos como un paria enfermo. En este libro, Adiós a mamá quizá sea su punto más alto desde el punto de vista formal, y Termina el desfile, salvado por un compañero de prisión, la denuncia más notoria del abandono del que fue objeto y de la lapidación que lo condenó.
Fuente: Télam