¿Hoy cuándo pensamos que quedaron mas repercusiones en los acontecimientos, pero no en lo sustancial, nobleza obliga a preguntarnos quienes combatían por un cambio y quienes están hoy en el poder?
Seguimos pensando que los espacios de poder no lo ocupan precisamente los jóvenes, que hoy como ayer se cuentan por millones los que no tienen un lugar en la sociedad. Sin trabajo, con serios problemas en el sistema educativo, en la salud problemas de desnutrición, emigran e inmigran buscando realizar sus aspiraciones más profundas de un trabajo digno, de una vivienda digna, hoy como ayer necesitan sentirse contenidos por una familia que está ausente o no quieren perder el tiempo de “ESTAR” para escuchar sus sueños sus ilusiones parecidas a las que ellos mismos tuvieron en otro tiempo.
Todos somos parte de la perdida del sentido de la vida, porque antes de tomar una determinación de esta naturaleza faltaron razones muy fuertes que tienen que ver con la contención afectiva que debe dar la familia, pero también con las realizaciones que necesita aportar un sistema social que hasta el momento pareciera que no los tiene en cuenta, salvo para criticarlos o para explotarlos con propuestas laborales de subempleo y por bajos ingresos.
Por eso cuando nos incomodan por el uso de las drogas o del alcohol o porque somos violentos, seguramente que estos temas son síntomas de lo que dejamos de hacer.
Seguro que faltan programas preventivos, que falte el aporte de todas las instituciones, que está ausente la familia en muchos de los casos, pero lo más alarmante es que este flagelo que lleva casi una década en nuestra sociedad con índices anuales alarmantes, todavía no se ha dado la importancia del fenómeno o al menos por estas tierras la vida parece que vale poco, muy poco.
Mario Córdoba.