La tradición marca que el Pésaj se celebra en familia, en una ceremonia íntima en la que se sigue un orden establecido y se lee la Hagadá, el relato de la liberación de Egipto, que significa el nacimiento del pueblo de Israel y el posterior desarrollo de la primera religión monoteísta del mundo.
La fiesta también es conocida como “la festividad del pan ázimo” (Jag hamatzot), ya que se prohíbe el consumo de todo “Jametz”, es decir, los cinco cereales: trigo, centeno, cebada, avena y escanda, en contacto con el agua por más de 18 minutos. Pasado ese tiempo de mezcla, se inicia la fermentación. La única excepción es la matzá o pan ázimo (sin levadura), horneado con todas las precauciones necesarias. Esta veda es una forma de
solidarizarse con los precarios alimentos que debió ingerir el pueblo judío durante su paso por el desierto.
Otros símbolos de la celebración son las hierbas amargas (para recordar los trabajos forzados a los que sometían los egipcios), la jalea llamada jaroset (rememora el barro), el ala de ave asada –zroa– que retrotrae al cordero pascual y las cuatro copas de vino, en señal de regocijo.
“El relato de Pésaj no es simplemente una descripción de un proceso de liberación. También es una gran lección que Dios nos da para enseñarnos primero y antes que nada el valor de la libertad”, explicó el rabino Abraham Skorka, de la Comunidad Benei Tikvá, en declaraciones a la Agencia Judía de Noticias (AJN). “Además, Pésaj está relacionado con la fiesta de la entrega de la Torá. Los versículos nos dicen que Moisés, por orden de Dios, va a ayudar, va a ser el enviado para sacar a los hijos de Israel de la tierra de Egipto para que tengan un encuentro con Dios en el Monte Sinaí”, relató el religioso.
El rabino Alejandro Avruj de la comunidad Emanu-El, dijo a AJN que “lo más importante en esta fiesta de Pésaj, en la mesa familiar, es buscar cada uno en lo personal y familiar cuáles son las cosas que deberíamos dejar a un costado para empezar a ser auténticos coherentes con lo que queremos ser como personas y como familias” y destacó que la importancia de la matzá: “Hay que adquirir la humildad del pan de la pobreza para reconocernos en nuestras propias limitaciones y poder descubrir que la más importante de las felicidades es aquella que uno alcanza al compartir la felicidad”. (Infobae)