Catamarca
Sabado 04 de Mayo de 2024
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Delirio y confusión en el teatro de Manuel Puig

En el teatro de Manuel Puig no es difícil admitir un estilo propio y único en la dramaturgia argentina. Ya en Bajo un manto de estrellas, su primera obra de teatro, escrita en 1981 durante su exilio en Brasil, el estilo del autor de Boquitas pintadas se hace visible en la mezcla de géneros y en la mixtura de situaciones dramáticas con pasos de desbordante comicidad. Valiéndose del radioteatro, del cine y de géneros discursivos considerados menores durante décadas, Puig construye un universo teatral sólido, difícil de encasillar en una corriente estética determinada.
El estreno en el teatro La Comedia de Bajo un manto de estrellas, con dirección de Manuel Iedvabni y un elenco integrado por Adriana Aizenberg, Pompeyo Audivert, Héctor Bidonde, Paloma Contreras y María José Gabin, permite iniciarse en el teatro de este autor extraordinario a través de una de sus obras menos conocidas. Un texto, magníficamente interpretado por todo el elenco, que representa más a Puig que El beso de la mujer araña, novela de la que surgió una versión teatral de enorme difusión en distintas partes del mundo. ¿Por qué? El teatro de Puig se asemeja a una fiesta macabra. En cualquier momento irrumpe en escena un personaje de manera caprichosa. También suele ocurrir que alguna de sus criaturas cambie su identidad en cuestión de segundos, o que un crimen se convierta en una excusa para hacer un brindis. La verdad es que Puig se ríe de todos. Y lo hace con una saludable mueca de ironía y sarcasmo. En La cara de Vilano o en Recuerdos de Tijuana, irrumpe también esa matriz de delirio y confusión que caracteriza su mejor teatro. El beso de la mujer araña, en cambio, es una tragedia del encierro con un fuerte costado político.

Recordemos que Bajo un manto de estrellas, como la mayor parte de sus piezas teatrales, fue escrita lejos de la argentina, teñida por un exilio que comenzó con amenazas telefónicas y con la prohibición de su novela The Buenos Aires Affair. En Bajo un manto de estrellas los personajes centrales escuchan diariamente el radio teatro de la tarde. Ninguno tiene una verdadera vida, más bien parecen hablados por esas mismas voces que surgen del eter. Los dueños de casa provienen de una burguesía rural hipócrita y decadente. La acción transcurre en 1940, pero los dos extraños que llegan al predio están vestidos con trajes de la década del 20. Se presentan al público como ladrones de joyas, pero en seguida se convierten en los probables padres de la hija adoptiva de los dueños de casa, o el supuesto padre se transforma en el príncipe azul con el que soñó la misma jovencita y hasta en un antiguo amante de la señora. Puig juega con la sorpresa y se aleja de todo realismo. Podría inferirse que su teatro pertenece a un absurdo vernáculo de fuerte contenido crítico. La materia de sus obras es la pesadilla. Y esto también puede advertirse en Misterio del ramo de rosas (1987), Triste golondrina macho (1988) y el musical Un espía en mi corazón (1988), todas editadas por Entropía en su Teatro reunido.


Otra de las operaciones estéticas de Manuel Puig consiste en poner al descubierto los vicios, las miserias y las ridiculeces de la dictadura que lo había expulsado del país. Los rostros adustos, severos y siniestros de quienes representaron la catástrofe que vivió la Argentina de aquellos años aparecen en sus textos como lo que son: monstruos de pacotilla, cobardes y asesinos. Lo que cierta clase media calificaba como "gente bien", en la maquinaria teatral de Puig se imponen como timoratos insatisfechos a la espera de que algo cambie en las vidas opacas que llevan adelante. La mirada del autor de Cae la noche tropical no deja pasar ningún detalle a la hora de ridiculizar a sus personajes. No sería exagerado afirmar que Puig es más radical en su teatro que en sus novelas. Basta con leer algunas escenas de sus obras para percibir que nada tienen que ver con la literatura y sí, en cambio, mucho con el teatro. En los textos surge naturalmente la puesta en escena. En ese sentido la suya es una teatralidad desbordada.

Fuente: Télam

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