Por supuesto, en la obra de Zuain esa condición de libre -de liebre-, esa transgresión relativa -ambigua- que logra llevar a buen puerto tiene que ver con lo que manifiesta, sobre todo, en "Barroquizar", uno de los poemas más destacados de la serie: "poemas al borde del abismo/proyectos políticos sensatos/ el barroquismo revolucionario/ pide casas populares y bonitas". Se trata de un desafío con (casi) todas las letras: darle la espalda a la enorme tradición de poetas revolucionarios desde lo estético que no dudaron, por ejemplo, en apoyar al nazismo y muchos otros genocidios y evitar, al mismo tiempo, que la sensatez política quite esa potencia disruptiva de la poesía del abismo, es decir, la poesía que se precia de tal.
Como todo creador original, Zuain no esconde sus armas: la eficacia del efecto puede rastrearse en la alucinación, quizás una de las palabras que más se repite (pero también musicaliza, diseña, colorea y repercute) en este libro. Un claro ejemplo de esto aparece en el poema "Amparo de la locura": "un muchacho de piel negra/deambula solitario/-sus ojos extraviados-/ por la plaza en la que pernocta/ en un país que no es el suyo/lejos ya de todo afecto originario/ de cualquier esperanza/ sólo esas imágenes alucinadoras/ que persigue su mirada, lo sostienen de pie". Esa demencia casi controlada constituye un refugio en el que descansa no solo, por supuesto, el marginal sino también todos aquellos que creen surfear cómodamente las aguas también ambiguas de la sociedad contemporánea (incluso esos jóvenes de piel dorada amaestrados para triunfar en las artes económicas). Todos en algún punto, viene a decir el poeta, estamos dominados por la incomprensión, los obstáculos que proveen los poderes hegemónicos a la democracia económica y hasta la tecnología que, como sucede con sus libros anteriores, Zuain critica sin solemnidad y haciéndose parte. La locura -la locura casi controlada- no sólo como refugio sino también como otro igualador de clase, sexo, ideología y religión, un igualador como lo es también la muerte.
Fuente: Télam