Hasta el momento, se logró salir del paso con las conciliaciones obligatorias, lo que sirvió para finalizar las clases el año pasado y, poder iniciar el nuevo ciclo lectivo.
Más allá, del “tire y afloje” que siempre hubo entre estos dos sectores. Sería mucho más productivo que en vez de discutir de la cifra de un sueldo, se analicen los números de deserción escolar, se contabilicen los días de clases o se discuta sobre los contenidos curriculares.
Es obvio, que cada sector defenderá sus intereses, pero también se deben defender los derechos que todos los niños tienen, el de recibir una educación digna. Y esa materia, tanto el gobierno, como los docentes la adeudan desde hace años.
La calidad educativa casi no existe en este país, las escuelas se han convertido solo en un lugar de paso, en el que los chicos transitan sin llegar a tener los contenidos mínimos. ¿Cuántas notas más hay que leer de chicos que no aprueban sus exámenes de ingreso a la facultad? ¿Cuántos chicos más, hay que ver deambulando por las calles, en vez de estar en la escuela?
Si bien, es cierto que no se puede “soplar y hacer botella”, como bien dice el refrán, tampoco se puede esperar que las soluciones caigan el cielo y, mientras se sigan discutiendo por sus beneficios, los chicos siguen perdiendo días de clases.
Es hora de que de una buena vez, se empiecen a tomar otras alternativas, se pueda buscar soluciones y que en vez de restar se comience a sumar.