Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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El analista no es un agente de control social ni un policía de familia

En La adolescencia, esa edad decisiva, el psicoanalista Juan Mitre se pregunta por el estatuto del Otro que sanciona en la época del Otro que no existe, y contra cierto anacronismo que mira a esta práctica como heredera de una tradición confesional, ajusta su perspectiva y su campo a una época atravesada por la mercantilización, el consumo y la supervivencia de ideas viejas en los mismos viejos odres.
El libro, publicado por la editorial Grama, es el primero de este joven psicoanalista.

Esta es la conversación que Mitre sostuvo con Télam.

T : En principio, ¿por qué adolescencia y no pubertad?
M : Se señala habitualmente que adolescencia no es un significante del psicoanálisis, y en parte es cierto. Su principal texto referido al tema Freud lo llamo Las metamorfosis de la pubertad y no las metamorfosis de la adolescencia. La adolescencia es una categoría social, categoría que se va modificando con el correr del tiempo; ya sea en el modo en cómo se la describe, como la franja etaria que incluye. Es una categoría que va cambiando con la época y la cultura, no hay dudas de eso. De todas formas utilizo en libro el significante adolescencia por dos razones. Una, porque es un libro de psicoanálisis al que le interesa dialogar con otros discursos, no para mixturarse sino para situar mejor su perspectiva y campo. Y sobre todo, aquello que los psicoanalistas pueden aportar al campo social y a sus problemáticas. Hace años que analistas venimos trabajando en hospitales públicos, en escuelas, en centros de salud, con resultados potentes de los que hay que dar cuenta. La segunda razón es de orden clínico. Sirve para una precisión clínica separar adolescencia de pubertad, me baso aquí en los valiosos desarrollos de Alexandre Stevens, donde sitúa a la adolescencia como síntoma de la pubertad. Hay que entender síntoma como respuesta, como conjunto de respuestas al real de la pubertad. Por lo tanto, la adolescencia es la respuesta subjetiva al encuentro con lo real del despertar sexual.

T : ¿En qué sentido resulta decisiva en la actualidad la entrada y la salida de la adolescencia?
M : La entrada en la adolescencia es fácil de situar, ya que está en relación al despertar sexual de la pubertad como decía, a las transformaciones biológicas del cuerpo. Pero no se trata solamente de la irrupción hormonal, sino también del despertar de los sueños; es decir, cómo se enlazan en ese momento particular de la existencia las palabras y el cuerpo. Eso es lo decisivo de la entrada, y muchas veces decisivo en una vida, la clínica de los adultos enseña sobre eso. La salida de la adolescencia es un gran tema. ¿Termina la adolescencia alguna vez? E incluso ¿se deja verdaderamente alguna vez de ser niño? Sabemos por la práctica del psicoanálisis que en el adulto palpita el niño/adolescente que fue, y también sabemos cómo ello se manifiesta de distintas formas. Por lo tanto, separar en edades en un punto es problemático, y cualquier reflexión seria debe sostenerse con ciertos reparos. Haciendo esa salvedad fundamental, podemos decir que en las sociedades modernas la adolescencia es un momento de pasaje, de transición. Transición de la niñez a la vida adulta, pero también transición de lo familiar a lo social. Por lo tanto, la elección de una vocación, la construcción de un ideal que le permita al sujeto orientarse, la inscripción de un deseo en el campo social, son maneras en que alguien puede poner fin a las incertidumbres y turbulencias propias de ese período de la vida llamado adolescencia. Pero para que esto pueda suceder es fundamental el encuentro con un adulto que reconozca ese deseo, que le diga sí esa invención singular. Creo que ahí radica, y el libro da testimonio de ello, una posible vía de salida de la adolescencia, como una perspectiva clínica a tener en cuenta en el tratamiento de los jóvenes. Hay toda una problemática ligada al reconocimiento simbólico que tiene un enorme valor para que pueda efectuarse ese pasaje, para que una invención singular pueda más o menos cristalizarse, para que el adolescente pueda darse una nueva forma en el mundo en ese momento de metamorfosis, de transformación.

T : Suele asociarse a la adolescencia con múltiples problemas socioculturales: violencias, toxicomanías, problemas escolares, etcétera. ¿Eso es así en todas las clases sociales? ¿Cuál es la diferencia que introduce en ese bloque la mujer (las mujeres) adolescentes?
M : La cuestión es pensar qué le ofrece el Otro social en cada época y en cada contexto a los adolescentes. Hay que poder pensar las variantes culturales pero también lo invariante. La pubertad implica -ayer, hoy y siempre- el encuentro con lo que tiene de imposible de decir lo real del sexo; eso no varía. Lo que varía es el tratamiento y las posibilidades que ofrece cada cultura a los jóvenes, así como a nivel singular el modo de arreglárselas de cada sujeto. Las toxicomanías y la violencia son un problema social, pero no diría que es un problema que compete a los adolescentes solamente, aunque seguramente en ellos se manifiesta de un modo particular, con cierto componente de mensaje, de denuncia. Hay variaciones en las distintas clases sociales como en cada época por supuesto, pero en el libro me interesa explorar la tensión entre lo que varía con aquello que no varía. J.- A. Miller señala que hay nuevos síntomas, nuevos fantasmas, pero hasta ahora no hay nueva pulsión. Me parece una indicación importante. Despertar de primavera, obra de teatro de Franz Wedekind de 1891, que interesó en su momento a Freud y a Lacan, es completamente actual. La pubertad implica el encuentro con la falla en el saber en torno al sexo, se trata del primer encuentro con el desarreglo esencial de la sexualidad humana. Algo empuja al encuentro sexual pero no se sabe cómo. Y lo femenino, por supuesto, es un tema y un interrogante crucial. Si bien en la infancia algo de la pregunta por la feminidad puede llegar a articularse, la consistencia y la urgencia de dicha pregunta es otra en la adolescencia. Cómo arreglárselas con lo femenino, esa es la cuestión; tanto para los chicos como para las chicas, y más allá de la orientación sexual.

T : ¿Existe una época adolescente a la que muchos adultos se identificarían, y que podría verse en el uso de determinadas redes sociales, las cirugías, el culto a la juvenilia, a la inocencia o autenticidad?
M : Las redes sociales implican nuevas formas de lazo social, los jóvenes siempre llevan la delantera en mostrar determinado modo de arreglárselas con la época, para bien y para mal. Cada generación inventa su argot, su jerga, luego ello es incorporado por el mundo adulto, que en principio tiende a rechazar pero luego se identifica. No hay dudas que el mercado promueve un imperativo a lo nuevo. Siempre jóvenes es un imperativo de la época que rechaza el paso del tiempo, que rechaza la imposibilidad. De todas formas, hay que diferenciar la dimensión imaginaria de aquello que es del orden de la enunciación; es decir, la posición desde la cual alguien habla. La posición desde la cual alguien habla es lo que le interesa al psicoanálisis; y donde se sitúan las verdaderas diferencias.

T : Si en algunas tribus, en otras épocas, existía el rito de pasaje, ¿qué haría hoy las veces de ese rito en las comunidades desagregadas de adolescentes, al menos desde el punto de vista de un psicoanalista?
M : Hay una caída de los ritos tradicionales de pasaje, hay una dilución de las fronteras simbólicas. ¿Cómo se las arreglan los jóvenes? ¿Qué ritos de pasaje inventan? Es algo que hay que estudiar. Creo que hoy en día más que nunca hay que estudiarlo en cada comunidad, porque ya no existe la comunidad sino comunidades en plural, como bien señalas. Pero sobre todo considero que hay que estudiarlo caso por caso. Un rito de pasaje implica el pasaje de un estado a otro, y el rito tradicional implicaba a su vez una sanción del Otro. ¿En la época del Otro que no existe, en la época de la caída de los grandes relatos e ideales que organizaban las prácticas de antaño, qué ritos de pasaje se inventan? La experiencia clínica enseña que hoy cada joven inventa sus propios ritos con un esfuerzo suplementario. El analista puede ayudar en ese pasaje, algo de eso se desarrolla en el libro.

T : Finalmente, el joven problemático contemporáneo, ¿tiene alguna relación con el hecho de ser hijo de una generación de clase media y progresista, si entendemos por progresista esa constelación liberal en las costumbres, y menos liberal en la economía?
M : Al lado del joven problemático de clase media podríamos colocar al joven peligroso de clase baja, como figuras que la sociedad y los medios construyen para cubrir el carácter enigmático e inquietante de la adolescencia. El adolescente siempre aparece como extranjero de su tiempo. Y lo extranjero por lo general inquieta y atemoriza, de ahí que se armen determinadas figuras y se hable tanto de ellos. El progresismo genera sus síntomas como también los genera el conservadurismo o los grupos tradicionales. Lo que sí es realmente problemático y entiendo que a eso alude la pregunta, es la falta de regulación a todo nivel, ya sea familiar, social o individual. En la era post paterna, no es un problema menor. De todas formas, he visto muchos jóvenes que se las arreglan muy bien, que ellos mismos inventan sus fronteras, sus soluciones, y lo hacen de una buena manera. A su vez, no quisiera dejar de señalar que el analista no es un agente de control social ni un policía de familia, y promueve -por el contrario- un espacio de libertad de palabra que bien puede ayudar al adolescente a inventar su propia lengua, y así encontrar, su propia apertura significante a la sociedad.

Fuente: Télam

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