Y ahí está el secreto. Esta fiesta tiene una particularidad: piezas con más color. Aldacira, una de las artesanas más reconocidas en el poncho comenta que para esta edición “utilicé para el teñido de todas las prendas, plantas y hojas que recolecte del campo, las fui mezclando y probando hasta lograr el color que buscaba”.
La artesana asegura que sus antepasados utilizaban las raíces para lograr el color y brillo en sus vestuarios “yo busco plantas, algunas desconocidas y otras muy familiares como por ejemplo la granada, el eucalipto, la jarilla, la cebolla, el membrillo, y el algarrobo negro del cual utilizo el corazón, no la leña, y de acuerdo a la cantidad de veces que lo remojo y lo cuelo, es el color que logro”, mientras nos muestra prendas multicolores, trabajadas a mano y que logran el efecto pensado: deslumbrar al visitante.
“Es como volver a las raíces” afirma, “antes, nuestros abuelos, se vestían con ropa llamativa, de colores vivos, y se sentían muy orgullosos al mostrarlas y lucirlas, yo además de rescatar esa idea les doy un toque especial con algunos bordados a mano, en los que trato de resaltar y jerarquizar la prenda”. Bordados, por cierto, que se crean y se presentan en mantas, ruanas y pullos que orgullosa ostenta en su stand. Aldacira se siente reconocida, cuidada y hasta mimada por sus pares.
Es que ella representa un pedazo de historia de ésta Fiesta "me encanta que haya crecido tanto el Poncho, ahora está hermoso y soy una agradecida de estar aquí y mostrar lo que heredé de mis abuelos, trabajar el hilo y despacito transformarlo en ponchos, mantas y todo lo que le sirva de abrigo a mi gente", sostiene.
Cada rincón de la muestra representa un pedazo de historia que sus “dueños”, orgullos, ponen a consideración de quienes transitan por la nave artesanal. Ese patrimonio que conforma este legado cultural que aún subsiste en la fisonomía de los pueblos y la gente y, por sobre todas las cosas, en sus artesanías.