"La ardilla verosímil" es uno de los relatos más provocativos de Temporada de fantasmas: un hombre es amigo de una ardilla que vive en el jardín de un conocido financista. El animal escucha las conversaciones de su dueño y hace que su amigo gane mucho dinero. "Pero yo sí estoy sorprendida -concluye el relato-. No dejo de preguntarme por qué usted está tan dispuesto a creer, sin un instante de duda, que una ardilla pueda entender conversaciones claves acerca de las oscilaciones de la Bolsa".
"Me gusta mucho desacomodar al lector -dice Shua en diálogo con Télam-. Es un juego que me divierte mucho. La literatura se trata de eso". En ese juego la autora despliega sus recursos: prosa precisa, remates mordaces, humor corrosivo y un cambio abrupto de registro que busca desconcertar.
"Elefantes marinos", uno de los microrrelatos que abre el libro, informa con una precisión propia del discurso científico sobre un macho que tiene un harén de ciento cincuenta y cuatro hembras en Península de Valdés. El remate golpea en la cara: "Los científicos que evaluaban su performance, observaron que el pinnípedo se burlaba de ellos moviendo groseramente las aletas, en obvia alusión a la ausencia de hueso peneal (característico de su especie) en la frágil anatomía de los machos humanos".
Shua hace foco en la realidad: observa; mueve su escritura como si usara el lente de una cámara. En ese ir y venir, los textos dejan ver lo fantástico y la cadencia de una prosa que remite a la poesía, género en el que dio sus primeros pasos como escritora. "Mi espada hiende el aire -se lee en "El que acecha", uno de los mejores microrrelatos del libro-. ¿He acertado por fin en el cuerpo del que acecha? ¿Es la música de su muerte este vago rugido estertoroso, esta respiración gigante? ¿O es el aire mismo el que, partido en dos, agoniza? Asoma por el tajo la hoja de otra duda, de otra espada".
"La microficción es deliberadamente compleja", advierte la autora, que se mueve con facilidad también por el cuento, la novela y la narrativa infantil. "En una novela aprendés los códigos, las leyes que rigen ese mundo, entrar y salir del texto se hace relativamente más fácil que en el microrrelato, donde cada vez que empezás a leer un texto hay un universo que comprender".
El universo de "Temporada de fantasmas" es amplio e incluye temas recurrentes en la escritura de Shua: la cosmogonía de pueblos originarios, la tensión entre salud y enfermedad, lo onírico y sus pesadillas, la relación entre parejas (más allá de las especies) y la propia literatura.
Para ayudar al lector a ordenarse en ese mundo vasto y por momentos agobiante, la autora dividió el libro en nueve secciones: "En pareja", "Misterios de la ficción", "De la vida real", "Capricho divino", "Enfermedades", "Otros pueblos, otros mitos", "Dormir, soñar", "De la galera" y "El desorden sobrenatural de las cosas". "Encontrarse con cien microrrelatos sin solución de continuidad puede resultar un poco confuso", explica la autora.
"Cuando termino un libro de microrrelatos no lo termino yo, el libro concluye solo. Me propongo escribir 365 textos en un año. Nunca llego a ese número, cuando llego a 300 se empiezan a repetir y ya no me interesa el resultado; entonces el libro está terminado y yo descarto la tercera parte", revela sobre sus prácticas de escritura la autora de Botánica del Caos, algunos de cuyos textos también están en el nuevo libro.
"Por varios años no puedo volver a escribir microrrelatos porque me va a salir algo parecidos", confiesa Shua, que el año próximo editará su sexta novela. "Necesito descansar, dejar el cerebro en barbecho, volver a empezar unos cuantos años después. Necesito que algo cambie en mí para que algo pueda cambiar en mi literatura", asegura.
Ese cambio siempre ocurre, o al menos así fue hasta ahora, ya que Shua publicó cinco libros con relatos breves y asegura tener escritos más de mil textos de ese género. "La microficción siempre me gustó mucho como lectora -explica-. Cuando empecé a escribir buena parte de la literatura Argentina pasaba por el cuento brevísimo: Borges y Bioy Casares con 'Cuentos breves y extraordinarios', Cortazar con Historias de cronopios y de famas, o Marco Denevi con Falsificaciones".
El género, sin embargo, no parece seducir a la industria editorial. "Es muy poco comercial, es muy difícil para un autor latinoamericano publicar un libro de microficción", asegura, y enseguida recuerda: "En mi caso los primeros libros de microrrelatos fueron casi premios a otros libros exitosos: a Los amores de Laurita siguió La Sueñera y a El marido argentino promedio, Casa de gehisa". La sueñera, incluso, se publicó en una colección de ciencia ficción de Minotauro", remata entre risas.
Escritora en estado puro, Shua parece situarse más allá de estos vaivenes. "Me interesa la narrativa en todas sus formas. Elijo el género según el tiempo que me lleva recuperarme del último que trabajé. Una novela te deja muy vacía, por ejemplo. Es muy difícil emprender otra vez la escritura después de una novela. El año pasado terminé 'Hija', novela que va a salir en 2016, y para descansar, este año me dije: todo 2105 será de literatura infantil y ya terminé el tercer volumen de una trilogía que estamos haciendo con Lucía Laragione sobre viajes en el tiempo".
Fuente: Télam
