La depresión, que antes sólo se diagnosticaba en personas adultas, afecta a no menos del 5 al 8 por ciento de la población infantil, aunque esa incidencia se incrementa notoriamente ante catástrofes naturales, situaciones bélicas o de conmoción interna, que en la actualidad comprometen a millones de chicos en los cinco continentes.
Pero no es necesario ir a situaciones tan extremas para verificar el sufrimiento de los niños: pobreza estructural, exclusión, hambre y otras consecuencias de la inequidad social causan estragos en la salud física de los menores, y traen aparejados una pesada carga de estrés, depresión y otras manifestaciones que, a su vez, pueden desembocar luego en adicciones, violencia y conductas antisociales. (Télam)