Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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El vínculo entre la cultura judía y los libros

El libro, como elemento transmisor y depositario de conocimiento, fue considerado por Alejandro Dujovne como "la patria portátil" del judaí­smo, en un reciente ensayo donde analiza la relación histórica entre esa cultura y los libros como elementos que preservan y custodian su historia y tradiciones.
Dujovne acaba de publicar Una historia del libro judío (Siglo Veintiuno) donde desarrolla aspectos de la cultura judí­a argentina a través de una fuerte industria editorial que atraviesa al sector que incluye a autores, editores, traductores, imprentas y bibliotecas.

El autor señala que "Mahoma definió a los hebreos y cristianos como «pueblos del libro»", y se hizo eco de una idea de Heinrich Heine, quien señaló que la Torá (el libro sagrado hebreo con sus 613 preceptos) es su «patria portátil» porque sostiene una relación estrecha entre este pueblo y los libros".

Para explicar el auge de la industria editorial judí­a en la Argentina, el autor asoma, primero, a una explicación sobre el vínculo de esa cultura y los libros y remite esa relación a los sucesivos exilios del pueblo judí­o desde la destrucción del segundo templo de Jerusalén.

La Torá y el Talmud, que reúne la interpretación bí­blica, funcionaron como organizadores del judaí­smo, pero la destrucción del templo produjo, según Dujovne, una disociación entre los centros de estudios y el conocimiento.

"La ruptura de la estrecha relación entre lo religioso y el texto se produjo cuando Yohanan Ben Zakai escapó y pactó con los romanos crear un nuevo centro de estudios en Yavné", consideró.

"Este hecho independizó el saber con lo sagrado y dio paso a lo simbólico, a través del hecho histórico que produjo la diáspora y la transmisión del conocimiento a través de los libros. De ahí­ el concepto de ´la patria portátil´", redondeó Dujovne.

El autor explicó que "el principio de autoridad se trasladó al conocimiento ante la ausencia de territorio propio. Con el ingreso de los judí­os a la modernidad, entre los siglos XVIII y XIX, el estudio y la sabidurí­a se convirtieron en rasgos muy valorados", hechos que excedieron a rabinos y eruditos para trasladarse, también, a intelectuales seculares y laicos.

Esta nueva categorí­a de personas logró alcanzar un poder social sustentado en el conocimiento, que se extendió más allá de las barreras de los guetos porque las sociedades modernas se consideraron más abiertas y lo entendieron como un nuevo proceso de integración.

La palabra impresa jugó, entonces, un rol fundamental en las nuevas formas de la expresión judí­a y de su reasentamiento social: "Por eso la experiencia judí­a moderna es impensable sin la palabra escrita", afirmó Dujovne.

Respecto al judaí­smo que se instaló en el país a fines del siglo XIX, dijo que "Buenos Aires fue un fiel reflejo de esa fiebre de religión y conocimiento proveniente de una gran corriente inmigratoria que en la que el libro ocupó un lugar clave en la vida cultural y el proceso de integración social al paí­s".

La producción de libros de temas o autores judí­os tuvo "una oferta impresa destacada frente a lo realizado por otras comunidades más numerosas como la italiana o la española, y abarcó una notable diversidad de variaciones culturales y tendencias ideológicas".

Dujovne consideró como "libro judí­o a toda obra publicada por un sello especializado en temas judí­os, en idish, castellano o hebreo, o que en relación a la temática o autor, fuera considerada por escritores y activistas polí­ticos o culturales judí­os como tal".

Además, situó como inicio de esta ola de producción en Argentina el año 1919, "con la primera traducción al castellano y publicación en forma de libro de un texto en idish (´Los cabalistas´ de I. L. Peretz) que se extiende hasta mediados de la década de 1970, cuando comienza a percibirse un declive de esos proyectos editoriales".

Sin embargo, indicó el autor, "Buenos Aires siempre fue un poderoso centro editorial que cuestionó la idea de integración de los inmigrantes del siglo XIX" al recordar que este tipo de producciones atentaban contra la idea liberal del "crisol de razas", orientada a mezclar las identidades, fundirlas para crear un ser nacional único.

El sostenimiento de la cultura de las minorí­as étnicas inmigrantes a la Argentina permitió, y permite, que cada una de esas comunidades aporte a la cultura nacional desde su sabidurí­a particular, conocimiento y formas de mirar el mundo.

Alberto Gerchunoff, Samuel Eichelbaum, Bernardo Verbitsky; las traducciones de Salomón Resnik; editores como Manuel Gleizer o el semanario Mundo Israelita, entre otros, hablan de esa inserción y fuerza de la palabra de una comunidad que a través de rí­os de tinta y toneladas de papel utilizado aporta su conocimiento y sensibilidad particular.

Fuente: Télam

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