“En esta Defensoría se registran por semana entre 6 y 7 casos de problemas en los que se ven involucrados niños y jóvenes con el consumo de drogas de distintos tipos y todas las clases sociales. Sin embargo, se nota con más crudeza en aquellos provenientes de familias humildes”, dijo la funcionaria.
“En ese marco –prosiguió- la situación tocó un punto extremo de recibir en mi oficina a padres y abuelos que directamente nos plantearon que se sienten desbordados por la llegada de la droga a la vida de sus hijos y nietos, pero no saben qué hacer para ayudarlos”.
“Lamentablemente advertimos que está bajando la edad de consumo. Antes teníamos a jóvenes de 20 años para arriba con este drama, luego comenzaron a aparecer más casos de adolescentes entre 14 y 16, que son ahora la mayoría, y últimamente hemos visto algunos niños de sólo 11 años con problemas de consumo”, se lamentó.
Otro dato relevante: el 95% de los casos ingresados van emparentados por cuestiones delictivas porque al no tener dinero para adquirir las sustancias, delinquen y luego venden lo robado para conseguirla, lo que también deja al descubierto una marcada falta de expectativas de vida en planos familiares como sociales.
También señaló que no son todos los adolescentes y jóvenes de Frías quienes se drogan y que existe una notable reincidencia en los casos porque en la mayoría de las veces son los mismos chicos los que cada semana terminan en las comisarías por malos comportamientos y adicciones.
La funcionaria judicial desgranó la existencia de un problema sumamente complejo que lamentablemente dentro de la estructura organizacional de la sociedad, sostenida principalmente por las bases institucionales en todos los órdenes, no está encontrando una vía de solución con la misma intensidad con la que se genera.
En ese sentido marcó tres ejes claves que permiten entender lo que pasa en la “Ciudad de la Amistad”: “Primero: el que no lo sufre, no lo dimensiona en su absoluto nivel de complejidad, pero tampoco hace mucho esfuerzo para evitar que alguien de su grupo cercano caiga en él. Segundo: en otros ámbitos como el educativo y en algunos casos el familiar, por ejemplo, se llega inclusive hasta desconocer totalmente los indicadores que alertan sobre la existencia del consumo de droga en alumnos e hijos, respectivamente, lo que habla de una falta de información suficiente para saber hacerlo y también de responsabilidad para interiorizarse”.
Por último, en un contexto macrosocial lamentablemente se suma la escasez de recursos directos como espacios que se aboquen al tratamiento y recuperación de aquellas personas que, por sus propios medios, están atrapadas por este flagelo”.
Fuente:elliberal.com.ar