Catamarca
Sabado 27 de Abril de 2024
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En los topamientos de la Chaya todos son iguales bajo la harina

Todo es blanco, hasta el aire, cuando la harina cubre rostros y ropas e iguala a todos en este carnaval, en el que se olvidan diferencias sociales y personales y se festeja la llegada del Pujllay, con música, baile y alcohol, sin ataduras.
En estos encuentros que se replican en las tardes de carnaval en pueblos y barrios de La Rioja no hay disfraces -sólo alguna que otra máscara o peluca-, pero si caras cubiertas de pintura y, además, buena parte de los participantes queda irreconocible bajo la harina que vuela o es arrojada al aire o al cuerpo.

Los topamientos eran encuentros entre grupos de "comadres" y "compadres", que se echaban agua perfumada y trigo. Un juego de seducción que culminaba con muchos noviazgos Los topamientos eran tradicionalmente encuentros entre grupos de "comadres" y "compadres", que se echaban agua perfumada y trigo unos a otros, en un amistoso enfrentamiento que en realidad era un juego de seducción que culminaba con muchos noviazgos y algunos matrimonios.

Hoy, aunque no se descartan esos resultados, los topamientos se asemejan a corsos, el trigo fue reemplazado por la harina, el agua de azahar por la espuma en aerosol y se le agrega el papel picado y la pintura con la que algunos cubren su rostro o se lo pintan a otros, siempre del sexo opuesto, al toparse con ellos.

Fuentes de turismo de la capital riojana informaron a Télam que para esta chaya otorgaron entre 300 y 400 permisos para organizar topamientos, que son sin fines de lucro y pueden ser pequeños, casi familiares o de la cuadra, y también multitudinarios, con improvisados escenarios donde todos pueden subir a tocar y cantar.

La fiesta comienza a un horario en el que el resto del año no hay actividad porque se duerme la siesta, pero en esos días después del almuerzo comienza la música y la gente se junta a bailar, beber y enharinarse.

A medida que uno se acerca al lugar empieza a recibir puñados de harina en la cara, el pelo o la espalda, y chorros de espuma en forma directa o que caen como copos de nieve y pronto es uno más de los chayeros teñidos de blanco que festeja en la calle.

También están los que llevan pintura -puede ser betún de calzado o témpera al agua de diversos colores- y se pintan a sí mismos o la pasan por el rostro otros dejando su huella.

Para el foráneo, al principio resulta curioso cómo una actitud tan invasiva, como lo es embadurnar con harina, espuma y pintura a un desconocido, no genere respuestas violentas y, al contrario, es recibida con naturalidad, indiferencia o hasta una sonrisa, y el único "desquite" es hacer lo propio con algún otro.

"Todos somos iguales", repiten los riojanos durante la chaya, y nadie queda al margen, porque bailan, cantan y se divierten hombres y mujeres, desde los más mayores hasta niños que son llevados aún en brazos o sobre los hombros y, para imitar a los grandes, arrojan sus primeros puñados de harina.

Uno de los topamientos más concurridos de la capital es el llamado "El Camión de Germán", en el barrio San Román, donde sobre un terraplén que bordea un canal -generalmente seco- se monta un escenario bajo un toldo y este fin de semana llegó a reunir unas 6.000 personas por tarde, según los organizadores.

Allí hay números en vivo de distinto nivel, la música ensordece y a veces es coreada por la gente que salta, baila y se abraza, o camina entre la muchedumbre abriendo surcos que se cierran de inmediato, mientras explosiones de harina brotan constantemente de la multitud formando una densa nube que precipita lentamente.

También corre mucho alcohol, generalmente cócteles con una buena base de vino de cartón y alguna gaseosa o jugos, a la temperatura del verano riojano en el propio envase abierto o en medias botellas de gaseosas.

Un vecino de este barrio contaba casi a los gritos en medio del bullicio que "la gente que chaya baila, brinda, se emborracha" y, consultado hasta cuándo, respondió que "hasta que el cuerpo no da más, hasta que dice basta y hasta que empieza a soñar con la llegada del próximo carnaval".

El nombre del topamiento del Camión de Germán se refiere a Germán Nieto, quien con un viejo Ford volcador trasladaba a la gente para la fiesta del barrio, y durante los festejos su dueño lo estaciona como un símbolo entre la multitud, en el pasaje San Cayetano.

El camión fue objeto de un carnavalito que lleva ese nombre, creado por el artista local Pica Juárez, que fue grabado por Sergio Galleguillo, dos de las figuras que actúan en el festival chayero que se realiza en las noches en el autódromo municipal.

Esta fiesta oficial, en la que se cobra entrada, es más un espectáculo de escenario para ver que para participar, aunque la gente no deja de arrojar harina y papel picado.

Desde el viernes último y hasta el martes próximo reunirá a conocidos artistas folclóricos, como los nombrados y Jorge Rojas, Facundo Toro, Coplanacu, Chaqueño Palavecino y Peteco Carabajal.

La chaya tiene origen precolombino, cuando los indígenas festejaban el fin de la cosecha -se dice que como no conocían el trigo, arrojaban maíz- para agradecer a la Pachamama y desenterraban al Pujllay, que era su dios de la diversión, representado e un muñeco que hasta hoy es quemado al finalizar el carnaval.

Fuente: Télam

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