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Esos cuatro días en que el poder cambió de manos

Entre el 10 y el 13 de noviembre de 1970, un levantamiento de estudiantes universitarios respaldado por obreros y vecinos protagonizó la movilización social más importante de la historia provincial. Detrás del reclamo por mejoras en el comedor de la UNT se encolumnaron distintas exigencias de una sociedad golpeada por el cierre de los ingenios y la crisis política
(DIARIOC, 14/11/2010)Fueron cuatro días imposibles de olvidar. Entre el 10 y el 13 de noviembre de 1970, la capital se transformó en un escenario de batallas de baja intensidad entre manifestantes y efectivos de las policías Provincial y Federal y de Gendarmería. Los enfrentamientos y las barricadas se multiplicaron en el centro y en distintos barrios, con una cifra nunca determinada de heridos y de detenidos.

Fue el Tucumanazo, del que se cumplen 40 años con actos y homenajes a los protagonistas (conocidos y anónimos) de un levantamiento popular protagonizado por estudiantes universitarios con el apoyo de grupos de trabajadores y de vecinos, que le costó la gobernación a Carlos Imbaud tras menos de cuatro meses en el cargo.

En esas jornadas, el poder real cambió de manos: quien detentaba formalmente el Ejecutivo deliberaba personalmente con los referentes de la protesta (en especial con Héctor Marteau), mientras que las calles estaban ganadas por manifestantes que controlaron el territorio en los primeros momentos.

Vehículos incendiados, cables arrancados, puertas, sillas, maderas y todo lo que sirviese para interrumpir el tránsito fue utilizado en las esquinas clave, como la de Muñecas y Mendoza, a pocos metros del Comedor Universitario.

Ese lugar fue la justificación del inicio de la agitación, cuando los comensales reclamaron mayor presupuesto; 3.500 plazas para almorzar (un incremento cercano al 500%); participar del control administrativo y el rechazo a la privatización. La lista de demandas rápidamente se amplió: la unidad obrero-estudiantil; el repudio al Gobierno de facto; la exigencia de libertad a los presos políticos y la vigencia del Estado de Derecho.

Pensar que el inicio de los incidentes se debió a estos planteos es minimizar la coyuntura. Desde el cierre de los ingenios en 1966, había un foco de tensión social creciente en la provincia, con un brutal incremento de la desocupación, éxodo masivo de campesinos, falta de expectativas a futuro y experiencias de protestas relámpago, acompañadas por hechos nacionales como el Cordobazo de 1969. En la UNT, el rector interventor Rafael Paz mostraba su debilidad, al punto que el 3 de noviembre de 1970 había sido tomado de rehén por un grupo que copó el Rectorado.

El inicio

Todo era cuestión de tiempo y de acumulación de fuerzas para el choque directo, que comenzó al mediodía del martes 10, cuando alrededor de 1.000 estudiantes deciden almorzar en las puertas del Comedor, en Muñecas al 200 (el viernes se inauguró una placa en la calle). A los pocos minutos, el subjefe de la Policía, Enrique George, ordenó el desalojo de la calle para reestablecer el tránsito. Ante la negativa, empezó una represión resistida primero y luego repelida por los movilizados (aumentaron rápidamente su número), que montaron barricadas en las cuadras adyacentes mientras que desde los techos se lanzaban piedras contra los agentes y se rompían los focos del alumbrado público.

En ese día, velozmente, los manifestantes tomaron control de todo el radio céntrico, incluyendo los accesos a la Casa de Gobierno (fue apedreada por dos horas). El perímetro era Santiago del Estero, Salta/Jujuy, General Paz y Entre Ríos/Monteagudo. La Policía agotó su provisión de gases lacrimógenos y balas de goma, y testigos denunciaron que se empleó plomo.

Imbaud retornó a la madrugada de la Capital Federal, en un avión militar: desde el aire se veían centenares de fogatas. La Nación envió efectivos de las fuerzas de seguridad, pero no había ordenado la intervención del Ejército (el comandante en Tucumán era Jorge Rafael Videla). El mandatario intentó negociar la pacificación, pero durante toda la jornada la situación no varió, con frecuentes choques, incluso en la zona Sur (en especial, en la plazoleta Dorrego).

Los comercios estuvieron cerrados por decisión de la Federación Económica de Tucumán y varios gremios y entidades se sumaron a la protesta, al tiempo que se denunciaron ataques con ametralladoras a la Fotia, con allanamientos ilegales, robos y destrucción de mobiliario. A la medianoche fue liberado casi un centenar de detenidos, aunque hubo secuestros como el del abogado Julio Rodríguez Anido, que apareció golpeado en el parque 9 de Julio.

No hubo clases ni negocios abiertos el jueves 12, y se dictó asueto para la administración pública. El paro nacional de 36 horas convocado por la CGT tuvo un acatamiento del 94% en Tucumán, según el Ministerio del Interior de la Nación, que habilitó la actuación del Ejército en el conflicto local.

El despliegue de las tropas, con más armamento y vehículos, y mejor táctica, junto al toque de queda, le permitió al Estado retomar paulatinamente el control de la situación durante el viernes 13, mientras se repetían enfrentamientos.

En Tafí Viejo y en Lules hubo renovados actos de protesta, pero en la capital, la Policía Federal (con el comisario Alberto Villar a la cabeza) hizo el avance a fondo contra los últimos puntos de resistencia.

Si bien el Tucumanazo había sido superado, las protestas siguieron durante varios días. Las remociones de Paz (asumió interinamente Fernando Cossio) y de Imbaud (lo reemplazó Oscar Sarrulle) fueron sus consecuencias políticas.

Pero el malestar no estaba superado y en junio de 1972, una nueva revuelta conocida como el "Quintazo" (en referencia a la Quinta Agronómica) puso a la provincia en el centro de los conflictos. Fue uno de los últimos levantamientos antes de la normalización democrática del país.

Fuente: lagaceta.com.ar

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