Empezar una nueva novela también es barajar y dar de nuevo. A veces el comienzo de la escritura coincide, incluso, con el nuevo año. Isabel Allende, por ejemplo, arranca con cada una de sus novelas un 8 de enero desde que escribió La casa de los espíritus. Edward Said (crítico político y teórico literario palestino que murió en 2003) analiza, indaga y se pregunta en su libro Beginnings acerca de los comienzos (como idea, como escritura y como acción) y tiene un capítulo dedicado específicamente a esa forma de ficción narrativa: "La novela como un intento de comienzo".
Dice Said: "Comenzar no es sólo una acción, es también un estado de ánimo, una actitud, una toma de conciencia". "Para un escritor comenzar es embarcarse en algo relacionado con un determinado punto de partida. Aún cuando se lo reprima, un comienzo es siempre un primer paso a partir del cual algo va a continuar. Es así que los comienzos juegan un papel que no siempre se entiende del todo. Un final, un desarrollo, la continuidad de una historia, implican un comienzo anterior" (…) "y ese comienzo es, en términos prácticos, la entrada a lo que el escritor va a ofrecernos".
Said trabaja sobre la tesis de que para un novelista el comienzo de una nueva historia implica tanto condiciones de libertad que le permiten desarrollar su imaginación como, al mismo tiempo, restricciones establecidas en el propio mundo que crea. Un comienzo da vida ficcional y a la vez delimita el mundo narrativo donde se va a desarrollar esa historia.
Amos Oz, el escritor y periodista israelí, cita a Said en su libro La historia comienza y también se ocupa del tema:
"¿Dónde empieza un relato como es debido? Todo principio de relato es siempre una especie de contrato entre escritor y lector. Hay, por supuesto, toda clase de contrato, incluso los insinceros". (…) El juego de leer exige al lector que tome parte activa, que aporte su propia experiencia vital y su propia inocencia, así como prudencia y astucia. Los contratos iniciales son unas veces como el juego del escondite (…) y otras se parecen más a una partida de ajedrez. O de póquer. O a un crucigrama. O a una travesura. O una invitación a entrar a un laberinto. O una invitación a bailar. O un galanteo de mentira que promete pero no entrega, o entrega lo que no debía, o entrega lo que no había prometido. O entrega solo una promesa".
Seguramente el 1º de enero del 2012 habrá mucha gente leyendo el primer párrafo de una novela, entrando en un mundo que alguien inventó según sus propias libertades y condicionamientos.
Habrá también escritores probando las primeras líneas de un texto que finalmente serán o no, el comienzo de un nuevo proyecto narrativo, haciendo lo que dice Oz: "… uno se sienta y se pregunta qué debe ir primero y cómo llegar a ese comienzo en medio del camino. Sentándose. Garabateando en la hoja, arrugándola, tirándola. Garabateando en la siguiente hoja: formas, flores, triángulos, rombos, una casa con una pequeña chimenea, un gato sin pelo. Arrugándola de nuevo. Tirándola".
Pero habrá mucha más gente aún que después de levantar la copa y brindar por el año que comienza tratará de reinventar el inicio de su propia novela, esa que no se escribe sobre papel, esa que se anda paso a paso, día a día, la vida que se disfruta y se padece. Y lo harán el 1º de enero simplemente porque el calendario gregoriano nos regaló la ilusión de que es entonces cuando algo acaba y algo se inicia, y que gracias a eso tenemos la oportunidad de producir un cambio, que podemos elegir otro punto de partida, que podemos pensarnos distintos. A lo mejor, podemos.
Fuente: Télam