Las clases se dictan los martes, jueves y viernes desde las 20.30 y se extienden por varias horas, debido al entusiasmo de los alumnos por seguir bailando.
Yanina, una vecina que vive frente a la plaza, facilita la energía para que se pueda conectar el equipo de música, alargadores mediante.
Para empezar las clases, se distribuyen silbatos entre los alumnos y el sonido llama a los vecinos que aún no se acercaron. Así, de a poco, la plaza comienza a poblarse y se convierte en una pista de baile donde –guiados por el docente- grandes y chicos bailan al ritmo de gatos, zambas, chacareras y escondidos.
Una parte de la clase se destina a “coplear”: una columna de vecinos avanza bailando y entonando coplas de carnaval, siguiendo el tun-tun de la caja que, a modo de batuta, marca el ritmo de la marcha. Así se preparan para mostrar lo aprendido durante los días de carnaval, en febrero próximo.
Gabriela, una vecina que participa de las clases junto a sus hijas se mostró encantada con la propuesta y destacó que es una buena alternativa para quienes no pueden salir de vacaciones: “Muchos vecinos no pueden salir de vacaciones así que vienen aquí. El profe no nos pone horarios, comenzamos a las ocho y media pero como somos seguidores, después del folklore le pedimos hacer algo de salsa y otros ritmos”, cuenta.
Mariano tiene 11 años y, aunque dice que le gusta más el futbol y que lo juega todas las tardes, también espera el sonido de los silbatos para correr hasta la plaza y ponerse a ensayar zapateos y coplas, junto a sus amigos.
Como ellos, cada noche, más de medio centenar de personas se dan cita en esa plaza –ubicada en la esquina de Los Peregrinos y Los Promesantes, en el barrio 100 viviendas licitación 69/04- para compartir un momento de entretenimiento en torno a la danza.