Catamarca
Sabado 27 de Abril de 2024
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Inés Garland y la búsqueda por descubrir la naturaleza humana

Con "La arquitectura del océano" Inés Garland regresa al cuento a través de 16 relatos que se desplazan entre encuentros y desencuentros con el otro, entre deseos y miedos, y vuelve a demostrar que su escritura navega por la esencia humana, al indagar en aguas profundas.
"Me gusta entender las motivaciones de las personas y descubrir lo que hay detrás de lo que aparece, lo que decimos. Es como si tuviese la idea de que hay algo más verdadero y no está en la superficie", dispara Garland en entrevista con Télam, con café en mano en un bar de Palermo, barrio donde vivió toda su vida y el que dejó para hacer un cambio al otro lado de la General Paz.

Garland es alta, rubia y de ojos azules, habla suelta y se rí­e como desprevenida. Dice que es "una persona que escribe" y no se identifica con la figura del escritor a tiempo completo: "Con los años descubrí­ que lo que más me frenó a mostrar mis textos fue la imagen equivocada de lo que es un escritor, te venden una imagen que no es, son tan diferentes como lo somos las personas".

"No sentí­a que habí­a lugar para alguien como yo, ahora sé que existe y aprendí­ que ser escritora no es algo excluyente de otras cosas", comenta Garland, quien además es traductora y dicta talleres literarios para los "traumatizados" para esas personas que al igual que ella son muy crí­ticas con su escritura.

Su primer relato lo escribió cuanto tení­a 11 años, lo guarda desde ese entonces y ahora está reescribiéndolo: "Estaba veraneando en Mar del Plata con mi abuela y mis hermanas y una mañana me levanté y se me vino un cuento sobre una princesa de papel que se enamora de un soldado tijera, me quedé sin ir a la playa porque querí­a escribirlo y así­ fue".

Lo que descubrió con ese esbozo literario fue que querí­a escribir y hoy su nombre tiene peso propio en la literatura argentina con una escritura simple, reflexiva e instrospectiva, que quedó marcada en el libro de cuentos "Una reina perfecta" y en las novelas "El rey de los centauros" y "Piedra papel o tijera" para jóvenes, premiada en Argentina y en Alemania, y traducida al alemán y al francés.

Con su libro, publicado por Alfaguara, Garland vuelve también al cuento, su género predilecto. "En estos cuentos hay mucho amor, está el acápite. El hilo conductor es esa inevitabilidad de saber mas de uno mismo a través de la relación con los otros y la búsqueda de que no haya tanto un otro para poder aliviarse", adelanta.

El tí­tulo, "La arquitectura del océano", que además da nombre a un relato breve que integra el libro, "es un oxí­moron por mas de que no lo es, porque siento que el océano es lo indiscriminado, la disolución y la idea de arquitectura es poner una estructura a eso, tiene que ver con esa polaridad que siento tan fuerte".

Se refiere a muchas cosas, entre ellas, a esa búsqueda "suspicaz" de "estar leyendo entre lí­neas a las personas, siempre estoy pescando cosas que están detrás de lo que se dice", reflexiona, al tiempo que refuerza: "Es mi obsesión ver o no ver, la ceguera, la distracción y la tontera de la gente que no quiere ver sus propias motivaciones".

Una hija adolescente que percibe como su padre se enamora de su amiga mientras su madre parece mirar al otro lado; una mujer que quiere salirse de su esquema habitual y se mete en el campo con su familia para perder para siempre prejuicios o los relatos de una chica que acepta los imperativos de su novio para ocultarlos, ponen el cuerpo a algunos de estos relatos, tan cercanos como reales.

Si bien se suceden varios personajes masculinos, la mayorí­a son mujeres y a todas ellas las atraviesan una suerte de marginalidad y dominación que se revierte con el empoderamiento en pos de sus propios deseos, son "mujeres que tratan de ser libres pero tienen una tendencia al sometimiento muy grande", describe la autora.

Para Garland, sus personajes y su escritura, se guí­an en ese interés por "tratar de develar, en la forma en que yo interpreto, las capas de las personas pero también se basan en el pedido de amor".

"Tengo la sensación de cierto candor en la búsqueda del otro, como si fuera al arenero con el balde y la palita y me encuentro con gente que no me presta los moldecitos y yo estoy ahí­ con mi balde, una idea muy candorosa e inocente....", desliza.

"La idea -continúa- de que ojalá la vida sea así­, de acercarme con mi palita y jugar y no siempre se quiere jugar, y cada vez que eso pasa aparece la decepción. Lo que me enamora son personajes que con esa caracterí­stica se encuentran con la vida como es, más cruel, retorcida y llena de miedos".

Garland no reniega de la realidad y lo autobiográfico, para ella "escribir es una mirada y la mirada es absolutamente personal porque aunque escribas sobre Marte y los espacios exteriores igual vas a meter una mirada que tiene que ver con lo tuyo, siempre un escritor está hablando de sí­ mismo aunque hable de hormigas".

"Yo no hablo de mi - completa-, en realidad hago una situación, meto un personaje y voy yendo con el relato; hablar en profundidad de una persona es hablar de muchas otras, somos seres humanos y no somos tan diferentes, la cuestión está en qué es lo que vos elegí­s mirar dentro de tu abanico, pero eso ya es otra cosa".

Fuente: Télam

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