Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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La noche y su locura, en una novela negra de Carlos Salem

La novela negra El huevo izquierdo del talento, del escritor argentino residente en España Carlos Salem, pone en manos del azar tormentos de personajes tan humanos como extraños, guiados por un antihéroe, Poe, un bebedor y ex periodista que da consejos, mientras la noche los abraza entre la melancolía, el desarraigo, el humor y la muerte.

Salem (Buenos Aires, 1959), autor de ocho novelas editadas fuera de la Argentina, vive en España desde 1988. Se define como "argeñol", por su idiosincrasia compartida y por sus giros al escribir.

Obtuvo premios en la Semana Negra de Gijón, el Paris Noir y fue finalista del Dashiell Hammett. Y creó la cerveza-ficción, un subgénero que reivindica el relato canalla y nocturno.

El huevo izquierdo del talento (Del Nuevo Extremo), la primera que se publica en el país, se suscribe a esta línea, con la cerveza Mahou -favorita del narrador- como protagonista silenciosa.

Con esta novela, Salem confirma su oficio de narrador y entrama en clave negra rituales nocturnos desapercibidos para muchos, donde la locura sobrepasa el límite, el amor motoriza y la soledad, invade.

En una entrevista con Télam, Salem desde Estaña dijo que esta novela "es negra, pero no en el sentido clásico. Hay elementos de ese género, pero también está la dimensión de la noche, territorio negro por excelencia. No quería quedarme con los tópicos de la noche, y sí incidir en la locura que rueda por la noche"

Télam: ¿Cómo define es esa locura?
Salem: De noche la gente se viste de lo que quisiera ser, de lo que nunca será. Es territorio de locos con y sin carné; de gente sola que se acompaña de extraños, de crímenes que a la luz del día parecen absurdos, de amores mortales o efímeros. Me interesaba contar ese territorio desde una perspectiva canalla, bukowskiana, pero no exenta de la poesía de callejón.

T: ¿Qué elementos le dan cuerpo a la novela negra actual?
S: Cada autor maneja sus coordenadas porque el género se ha expandido. La novela negra es la novela social de este tiempo. Hay quien denuncia hechos concretos, o quien la usa para denunciar lo que el sistema hace con la gente. El único requisito es la honestidad literaria de querer escribir una buena novela.

T: Y para usted, ¿cuál es esa materia prima?
S: El absurdo cotidiano. Casi todas las muertes son absurdas u ocurren por motivos evitables. También cierta épica de barrio, esa gloria en zapatillas tan chandleriana que me resulta irresistible. Soy un deudor eterno de Raymond Chandler, Osvaldo Soriano, Paco Ignacio Taibo II y también de Charles Bukowski.

En todos está esa pequeña épica, el tipo que no es un súper héroe sino casi un antihéroe que consigue joder, aunque sea por media hora, al sistema. Philip Marlowe es ese prototipo. También está la ironía: el tipo no acaba de creerse más que nadie, sabe que con dos tropezones más sería igual que la gente que persigue. Mis supuestos héroes y mis "villanos" tienen un lado humano.

T: Las historias de los personaje se van entramando en cada capítulo, ¿de dónde salen esos personajes y ese timing?
S: Se mezclan personajes que conocí en realidad, como el loco que se tumba en la calle para que un coche lo lleve al cielo, o el aspirante a boxeador que terminó como coiffeur, con otros nacidos de la suma de observaciones.

Los "normales" son los que después tienen la cabeza más limada, como pasa en la vida cotidiana fuera del papel.

En esta novela quería dejar huecos, no ser lineal, que el lector intuya y complete. Pese a la influencia del cine y la televisión, la literatura es radio, necesita de la imaginación del receptor para completarse.

T: En su caso, el humor, ¿sirve para contemporizar?
S: NO, en mayúsculas. El humor es herencia de mi pasión por Soriano, un humor con ternura por bestia que pueda ser. No tiene función de válvula de escape, es subversivo porque recuerda que nadie está libre de hacer el ridículo media hora al día.

No construyo gags, el carácter de los personajes es el que contiene la semilla de lo que podría hacer llorar y, sin embargo, hace reír. Ta vez porque nos recuerda nuestro propio absurdo.

T: En la novela cambia muy cómodamente el registro del narrador, a veces cuenta y, a veces, sale de escena...
S: El punto de vista cambia lo justo para ver el personaje por dentro y, al mismo tiempo, desde fuera. El Poe -medio poeta y medio turro- no quiere que la vida lo toque y, por eso, sin querer, está todo el tiempo tocando la vida. O la muerte.

T: ¿Hubo una intención de recuperar al bebedor apostado en la barra del bar que todo lo ve, escucha y sabe?
S: Algo de homenaje hay. En España la noche y los bares son parte de la vida de la gente. No sólo se bebe mucho, se vive mucho mientras bebes. Y he conocido a personajes como el Poe. Yo mismo le he sido, por etapas.

Quería un maldito diferente, no un llorón por no haber triunfado, sino alguien que triunfó y no cree merecerlo, por eso hace trabajos ínfimos, para que la vida no lo roce. Pero la vida te busca y te encuentra, como una mujer fatal de novela negra, siempre demasiado temprano o demasiado tarde.

T: ¿Qué le atrae del argentino errante plasmada en otras obras suyas como Un jamón calibre 45?
S: Argentino y errante son casi la misma cosa. Quitando los italianos, no vi gente que añore tanto la patria como nosotros, que al mismo tiempo son los que más se adaptan o hacen que el entorno se adapte a ellos.

En mi novela anterior el protagonista es un argentino post corralito de casi 30 años, que lleva seis meses en España y no tiene ganas de volver, ni motivos para quedarse. Eso es carne de novela negra.

T: ¿Cómo es su relación con su país natal?
CS: Nunca se interrumpió. Me vine por dos años y llevo más de 20 en España. Como periodista, me familiaricé con el vocabulario y los juegos de palabras y hasta perdí el acento. Pero mi mirada siempre fue argentina.

Medio en broma, me definí como un narrador "argeñol" y se hizo realidad. Estoy convencido de que es esa mirada argentina la que hace que en Francia mis novelas tengan tan buena recepción, lo mismo en España, Italia o Alemania. Es una manera de asomarse a la ventana. Y eso no cambia, da igual en qué parte del mundo esté tu ventana.

Fuente: Télam

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