Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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La novela de Schweblin irrumpe con la fuerza de sus cuentos

La novela Distancia de rescate, de Samanta Schweblin, irrumpe con fuerza y una longitud inesperada para una autora cuya forma de narrar estuvo signada hasta ahora por el cuento, un género que le permitió tensionar historias y dislocar los márgenes de la realidad para encantar al lector con los hilos fantásticos de sus ficciones.
El primer libro de Schweblin (Buenos Aires, 1978) El núcleo del disturbio (2002) obtuvo los premios Haroldo Conti y Fondo Nacional de las Artes. El segundo, Pájaros en la boca (2009), fue distinguido con el premio Casa de las Américas y traducido a trece idiomas.

La escritora fue seleccionada por la prestigiosa revista Granta como uno de los "mejores narradores en español" y ha obtenido recientemente el Premio Juan Rulfo de Francia.

Becada por distintas instituciones, vivió temporalmente en México, Italia, China y Alemania (Berlín), donde reside desde hace dos años. En una entrevista con Télam, desde esta ciudad, la escritora se refirió a esta novela, recién publicada por Random House.

Distancia de rescate, más que un título parece el mantra que conduce al lector, que mantiene tenso ese hilo de la narración hasta el final. ¿Es un disparador de la novela? ¿Surgió antes o después de escribirla?
Sabía de antemano que esta historia, entre otras cosas, iba a tratarse del hilo que ata a padres e hijos, de su fragilidad, y del abismo que puede abrirse si el hilo se corta. Pero el concepto de "distancia de rescate" surgió en el proceso de escritura.

¿Cómo fue el pasaje de los cuentos a esta tu primera novela? ¿Se impuso por si sola o fue una decisión tomada de antemano?
Empezó siendo un cuento imposible, porque tuvo muchísimos intentos, creo que fue uno de los cuentos que más trabajo me dio. Intuía que la solución tenía que estar en la forma del texto, en el tono, en el punto de vista del narrador, pero ninguna de las soluciones clásicas que yo había trabajado hasta entonces funcionaba. Lo deje de lado muchas veces, y muchas veces volví a intentarlo.

Pero cuando escuché por primera vez la voz de David guiando la narración de la protagonista la historia se dibujó de punta a punta con bastante claridad, y me di cuenta que uno de los problemas con los que estaba luchando era un problema de espacio, porque esta historia de ninguna manera podía contarse en diez páginas.

El desasosiego, la ambigüedad, el tiempo que se desdibuja o se encima, lo elusivo de los personajes y algo que siempre se perfila fuera de foco irrumpen en esta historia que excede los márgenes del cuento ¿Cuáles son los nuevos desafíos -si es que los hay- que te planteó la escritura de la novela?
-Sigo creyendo que la extensión de un texto es algo que pide la propia historia, y hasta ahora la balanza se inclinaba siempre hacia el género del cuento. Esta fue la primera vez que sentí que una historia necesitaba mucho más tiempo del que le estaba dando. En su construcción, en su búsqueda del tono y de la forma, me sentí en un mundo conocido, con códigos y normas similares a los del cuento. Pero cada vez que volvía a avanzar con la historia el espacio se habría con mucha claridad, como las galeras de los magos, que sacan más conejos, pañuelos y palomas de los que uno podría imaginar. Fue una sorpresa y disfruté muchísimo de todo el proceso.

Fuente: Télam

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