El libro, publicado por la casa Eterna Cadencia, reúne una serie de artículos, conferencias y ensayos, traducidos por Ariel Magnus, y editados y prologados por Matías Serra Bradford.
Handke nació en Griffen, Austria, en 1942; desde 1966 ha publicado piezas de teatro, novelas, poesía, novelas, ensayos y crónicas de viaje.
Publicó, entre otros libros, "Los avispones", "Kaspar", "Carta breve para un largo adiós", "Lento regreso", "La mujer zurda", "La historia del lápiz", "Historia de niños", "El chino del dolor", "La repetición", "La ausencia" y "El año que pasé en la bahía de nadie".
Además, "La pérdida de la imagen", "La noche morava", "Desgracia impeorable", "Ensayo sobre el jukebox", "Ensayo sobre el cansancio", "Ensayo sobre el día logrado", "Ayer, en camino", "Por los pueblos", "Pero yo vivo solamente en los intersticios" y "Vivan las ilusiones".
En "Lento...", Handke compone un ars poética acaso fuera de las modas; austero, conocedor de los clásicos, vive en Charleville, en las afueras de París, solo; como su colega Thomas Bernhard, no siente ninguna simpatía por el patriotismo y mucho menos por su país de nacimiento.
Caminante sin camino previo, ha recorrido, tal como su amigo, Werner Herzog, casi toda Europa a pie. En varios de sus libros, reconoce su preferencia, al menos en los últimos años, por la estepa española.
Para Handke, leer y caminar son dos operaciones complementarias o equivalentes. "Acompañar y ver el camino propio, eso es la lectura", dice, y enumera espíritus afines: Philippe Jaccottet, René Char, Emmanuel Bove, Marguerite Duras, Hermann Lenz, Ludwig Hohl, Francis Ponge, John Berger, Abbas Kiarostami y los plásticos Pierre Alechinsky y Anselm Kiefer.
Escritor rizomático, de tramas mínimas, irresoluciones, dudas, negado al costumbrismo y a la sentencia, contemporáneo de Gilles Deleuze, su devenir narrativo ilustra esa "literatura menor" por la que abogaba el filósofo francés.
Ambos admiradores de Francis Scott Fitzgerald, Handke le dedica al norteamericano "La tarde de un escritor", menos dado a los modos de la disciplina que al trabajo puro y duro cuando una idea se dispara y pone en movimiento una frase a la que siguen otras frases.
Serra Bradford rescata una afición del escritor: "por los meandros, vacilaciones, retardos"; amante de los tartamudeos en los saberes compactos, aparentemente cerrados como cajas negras, Handke siempre busca (y encuentra) un punto de fuga.
"Problema: no hablarás de aquello que amas ni de lo que te entusiasma sino, ¿lo verás desaparecer? Pero por otra parte: ¿de qué hablar si no?", escribe.
Y concluye con una nobleza casi melancólica: "Yo querría insistir en que para mí significa algo despertar el escritor en el lector. Eso no quiere decir que él deba sentarse realmente y ponerse a hacer anotaciones, pero sí que se sienta a sí mismo como el hombre creador que efectivamente es".
Fuente: Télam