Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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La última novela de Domínguez, en clave de pesquisa moral

Una trama sostenida en la paradoja de una cruz que antecede al muerto, en una línea de frontera donde el oro y la muerte ocupan un mismo pedazo de tierra, dan espesor a la nueva novela de Carlos María Domínguez, "La breve muerte de Waldemar Hansen".
l personaje que en las primeras páginas del libro se arroja por la ventana de un quinto piso, deja en ese salto al vacío el espacio que el hablante y el espectador deberán llenar a fuerza de atisbar sucesivas historias encastradas que persiguen un perfil borroso.

Una acción en principio pueril que tiene en el centro a una cruz herrumbrada con una inscripción fúnebre, llevará a Hansen al cuestionamiento que lo empuja al suicidio en este libro editado por Mondadori que una primera mirada podría encuadrar dentro del policial, y que Domínguez ve en el marco de una pesquisa moral.

"Es la historia de uno de esos hombres avergonzados que podrían decir con Rimbaud, ´Por delicadeza yo perdí mi vida´.

Como tiene la forma de una investigación, la asociación con el género policial es directa, pero se trata de una intriga moral sobre los motivos que llevaron a Hansen a desmentir sus virtudes y a atentar contra la cruz de una tumba".

Otro de los ejes del libro es la tensión entre el arte y su vanalización: "Veía en el arte una dimensión de lo sagrado, y su deterioro en la sustitución del artista por el tendero, del valor de la obra por los juegos de ingenio que se advierten en la Bienal de Venecia".

"Le avergonzaba el mundo, esta hegemonía del deseo que convirtió al hedonismo en último reducto de un mundo sin dioses y sin épica -cuenta el escritor-. La admiración por la belleza de la cruz lo llevó a cometer una estupidez, no muy distinta del fetichismo que campea en las instalaciones del arte conceptual. Luego comprende que despojó a un hombre de lo último que guardaba la memoria de su paso por la tierra".

Domínguez, nacido en Buenos Aires en 1955 y radicado en Montevideo desde 1989, autor de las novelas "La mujer hablada", "La costa ciega" y "La casa de papel" (traducida a más de 20 idiomas) completa, así, el retrato de un personaje aquejado, dice, por la "melancolía de la belleza":

"Un tipo delicado, responsable en extremo, un solitario que encontraba en el arte una intensidad que no hallaba en el resto de la vida -describe-, y que cayó en una situación desesperante, la reiteración de un fracaso que lo humillaba; la idea que tenía de sí mismo le impidió soportarlo".

Como en otros libros suyos, el desencadenante vuelve a ser un objeto cualquiera: un libro, un alhajero, un arma, y ahora una cruz: "Los objetos guardan la historia no contada de las personas y arrastran en su silencio secretos que cuando afloran son capaces de cambiar destinos".

Entre lo urbano en Montevideo y Minas de Corrales, un lugar de frontera, se juega la acción de esta nueva novela de Domínguez, quien describe a este último como un pueblo hundido en la miseria junto a una cantera de oro a cielo abierto; la mina San Gregorio, de capitales canadienses: "Y que muestra, una vez más, que la explotación minera no reparte riqueza".

Domínguez, quien ya en su libro "El norte profundo" (crónicas sobre el interior de Uruguay) dio cuenta de la vida peculiar de Minas de Corrales, y sigue nutriéndose de personajes que conoció y entrevistó, da cuenta del traslado de un texto periodístico a uno de ficción.

"La realidad moldea buenos personajes y escribe maravillosas historias. Pero para que algo que ha sido tomado de la realidad se convierta en una novela tiene que estar sostenido desde una motivación personal, que siempre es la indagación de una experiencia propia, algo que el mundo puso a funcionar en la sensibilidad y cobra la forma de un misterio", apunta.

También, como en sus novelas anteriores, aparece el tema del lugar límite que toma la forma de costa, isla, orilla, línea de frontera.

"Libro a libro he ido recorriendo las distintas regiones de Uruguay y hallado en las periferias el centro de una historia que contar. Por años un canon literario separó la literatura urbana de la regional, pero eso para mí dejó de ser relevante. Me gusta juntar mundos diferenciados y encontrar al hombre enfrentado a preguntas que pertenecen a todos".

Y es en ese pueblo de periferia, Minas de Corrales, donde una frase escrita en letras de hierro al pie de un monumento levantado por los pobladores a su héroe, recrea una sentencia que atraviesa la novela a modo de epitafio: "todo lo que fue existe. Sí, puede entenderse como la afirmación de que el tiempo no borra el pasado. Puede dejarlo atrás, pero no puede hacerlo desaparecer".

Las indagaciones estilísticas de Domínguez dan, como en sus libros anteriores, una expresión despojada, que deja de lado lo accesorio para privilegiar un entramado simbólico sugerente, enriquecido por una metaforización inusual y atravesado por referencias culturales.

Sus tres últimas novelas entran en la categoría de "nouvelles", formato en el que confiesa no sentirse del todo a gusto: "El género se ha detenido hace más de 50 años sin entregar nuevos recursos y parece imposible aspirar a integrar la totalidad de las formas de la vida en una novela sin sentir que se repite un camino agotado por los maestros del género".

De todas formas, concluye, la novela breve le permite: "Ceñir el lenguaje a su mayor eficacia de valores fónicos, visuales, precisiones perceptivas, y contar lo que importa con un fraseo concentrado que limpia la comunicación con el lector de muchas zonas muertas y acerca la expresión a ciertas aspiraciones de la poesía".

Fuente: Télam

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