Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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La única manera de atentar contra esa jerarquía es hacerla estallar

En La construcción. Metales radioactivos en las islas del Atlántico sur, el escritor y periodista Carlos Godoy inaugura una trilogía distópica ambientada en las Malvinas donde ciertos ecos de discursos mesiánicos interlocutan en formatos diversos, extrañados de sí y de sus protagonistas.
El libro, publicado por la editorial Momofuku, no tributa en ningún costumbrismo o crónica periodística, un valor agregado para preguntarse, además, por el orden político actual.

Godoy nació en Córdoba en 1983. Es asesor político y docente. Publicó, entre otros libros, Escolástica Peronista Ilustrada, La temporada de vizcachas, Con Solar y el ensayo Europa.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Qué habría que suponer cuando se habla, en el título, de construcción?
G : Elegí ese título haciendo referencia a varias ideas: al decontructivismo por un lado, esa idea ya medio vieja de hacer destruyendo o hurgando. Esa noción que pone en valor desmaterialización a favor del análisis. También me pareció un buen título para empezar una trilogía (La construcción es la primera parte de una saga distópica que se desarrolla en Malvinas) y además me gusta esa metáfora medio religiosa, medio cultural de levantar paredes, de hacer una casa, un refugio.

T : El clima ominoso, marítimo, nocturno, espacio-tiempo deformes, ¿necesariamente reenvían a las Malvinas? El texto no tiene un solo lugar común al respecto.
G : Hay datos concretos de la geografía, la flora y fauna de las Malvinas. También de su historia, sus enclaves coloniales y disputas territoriales. Antes de escribir el libro tuve un tiempo de investigación y mapeo. Hace unos meses se inauguró el Museo Malvinas e Islas del atlántico sur. Fui a cubrirlo para un medio y la experiencia fue fuerte. Estaba todo lo que yo había estado investigando, los lugares por donde se mueven los personajes en la novela, los animales. Fue como entrar en la novela.

T : El maestro chino, los chinos mismos, podría entenderse como un síntoma de época. Pero el maestro recuerdo mucho a Carlos Castaneda. ¿Qué dirías al respecto?
G : Sí. Está un poco esa dinámica del maestro/iniciado que aparece tanto en la filosofía china como en la saga de Castaneda. Tenía al personaje Chen Chin Wen -que es un maestro que existió y de hecho creó una escuela que la continúan sus discípulos por Argentina y Uruguay- y tenía un par de anécdotas con él que eran de ese tenor. Después el personaje se fue afianzando en el relato hasta que terminó siendo el más atractivo de la novela.

T : La organización social, antes que estructurada en clases sociales, parece la de una jerarquía de hierro. ¿Cómo es que todo eso estalla por los aires?
G : Bueno, precisamente, la única forma de atentar contra esta jerarquía de hierro es haciéndola estallar. Acá se da un poco esa dinámica de las sociedades en crisis que buscan interpretaciones ocultistas, esotéricas. La idea del libro es tratar de imitar o reproducir los discursos de la literatura espiritista o esotérica que es la que más se consume en estos días. Por un lado lo oriental, con el maestro Chen Chin Wen, y por otro lo esotérico y las dinámicas sectarias que se da con la lectura de un libro oráculo y la dinámica que se gesta alrededor.

T : ¿Qué es la intención?
G : No lo tengo muy claro. Algo así como una mezcla de fuerza de voluntad y algo medio mágico o místico que podría ser el deseo.

T : La isla de los pinguinos remite a un texto de Anatole France. Esa segunda parte, escrita como un diario o un cuaderno de bitácora, ¿no corrió el riesgo de tragarse al resto del libro?
G : La parte del medio, si bien no se trata de la aplicación rigurosa al género y forma, tienen un trabajo sobre el diario desde la forma y sobre el policial desde el género. Las demás partes también tienen su trabajo sobre el género y la forma. La primera es una especia de novela fantástica con una prosa corta y la última es como un thriller con una prosa más formal y barroca. Pensé en que cada parte tendría lo suyo. La parte del medio, la segunda, es la más corta y rítmica.

Fuente: Télam

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