Estos sucesos, que datan de mitad del medioevo, se conocerían en occidente algunos siglos más tarde. No obstante, es posible encontrar rastros de Las mil y una noches en la literatura de este lado del mundo mucho antes de que Antonie Galland en 1704 diera a conocer su traducción al francés. Según Rafael Cansinos Assens hay "transfusiones de su fondo oral y anónimo en El patrañuelo, de Timoneda; en La fierecilla domada, de Shakespeare; y en La vida es sueño de Calderón".
No debería asombrarnos, el argumento inicial parte de la infidelidad, la que sufren los reyes hermanos, Schahriar y Schahsemán, por parte de sus respectivas esposas: Schahsemán encuentra a la suya acostada con un esclavo negro, mata a ambos ("las trenzas de mi china y el corazón de él") y parte a visitar a su hermano Schahriar, allí advierte que su cuñada es algo más insolente de lo que fuera su difunta esposa: la descubre en una orgía en la que participaban veinte esclavas y veinte esclavos "y entre ellos iba la esposa de su hermano, la cual era por cierto de una belleza y un encanto supremos".
Sin pensarlo dos veces, el rey Schahriar "mandó cortarle el cuello a su mujer y a los esclavos de uno y otro sexo. Y desde entonces solía Schahriar tomar esposa virgen, arrebatarle su virginidad y matarla aquella misma noche sin aguardar a la mañana". Arrebato que, leemos, prolongó a lo largo de "tres años seguidos". Vale decir, asesinó a mil ochenta jovencitas, sin contar años bisiestos, hasta que por fin apareció Scherezade; el resto de la historia todos la conocemos.
Según Borges, "Jean Antoine Galland era un arabista francés que trajo de Estambul una paciente colección de monedas, una monografía sobre la difusión del café, un ejemplar arábigo de las Noches y un maronita suplementario, de memoria no menos inspirada que la de Shahrazad". Ese "maronita suplementario" le habría contado a Galland las aventuras de "Aladino y la lámpara maravillosa", de "Simbad, el marino" y de "Alí Babá y los cuarenta ladrones". Galland no vaciló en incorporarlas en su traducción al francés.
Claro que con el mismo entusiasmo con que incorporó textos, se ocupó quitarle todas aquellas obscenidades que no consideró dignas de la lengua gala. Un siglo y medio más tarde, en 1856, Richard Burton incorporó esas obscenidades en su traducción inglesa. La primera traducción al castellano directamente del árabe la llevó a cabo Rafael Cansinos Assens en 1954. Los tres volúmenes, a dos columnas en cuerpo 12, suman 4493 páginas, incluyendo las 380 que insume el prólogo, un estudio literario-crítico del propio Cansinos Assens.
Fuente: Télam