Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Las preocupaciones del joven Benjamin

En "Origen del Trauerspiel alemán", el filósofo alemán Walter Benjamin compuso un estudio para despejar la confusión que había a mediados del siglo XIX entre las formas de la tragedia griega y la obra teatral luctuosa, propia del barroco que había recibido la herencia clásica pero suponía cambios metodológicos y estéticos.
El libro, recientemente editado por la casa Gorla, es una nueva versión de este clásico inhallable, ahora incorporado a la colección Latencias, que dirige el docente universitario Miguel Vedda, especialista, además, en la obra del pensador que se suicidó en la frontera entre Francia y España, en la localidad de Port Bou, huyendo de la persecución de una patrulla de nazis.

Para el especialista Burkhardt Lindner, el Trauerspiel "representa la suma de toda la obra temprana de Benjamin". "Todos los textos precedentes (de Benjamin) están incorporados como autocita encubierta".

Y menciona: "la inédita teoría del lenguaje, la "Crítica de la violencia" como resto de una teoría del político verdadero (…), "La tarea del traductor", "La vida de los estudiantes", "Destino y carácter", así como las "Afinidades electivas de Goethe", entre otras obras".

La tragedia antigua será el modelo que la tragedia barroca, según Benjamin, no debe respetar por una serie de issues históricos y políticos pero sobre todo estéticos.

El más importante de esos motivos será la relación del sujeto con la culpa, cuando en la tragedia clásica, donde el status del sujeto es colectivo, la relación es menos con la culpa que con el destino.

Entre otros puntos a considerar, Benjamin menciona los embates sufridos por el barroco alemán -como toda práctica cultural de ese origen-, del calvinismo, su teoría de la predestinación y prototipo del individualismo.

Y además, no menos importante, la degradación que Benjamin supone (piedra angular de su estética y su política) en la obra de arte sometida, en la era de la reproducción técnica, a un desgaste inevitable, a una repetición que será causa de la pérdida del aura de origen (sagrada) de toda materialidad, incluso aquella a la que se imagina inmaterial.

El filósofo -eso puede leerse en su correspondencia con Rilke, o en la que mantuvo con Gershom Scholem- es una suerte de místico materialista que leía la figura del ángel de la historia en una perspectiva que no podía desprenderse del pasado y se interroga si el marxismo (en una versión cuasi mesiánica) era capaz, como sistema filosófico antes que político, de entender que se decía cuando se decía sociedad sin clases.

"Es propia de la escritura filosófica enfrentarse de nuevo, a cada viraje, con la cuestión de la exposición", abre el texto Benjamin, confirmando que la composición que desglosará nunca pierde de vista su singularidad filosófica, materialista y poskantiana: no existe el concepto de a priori en su filosofía de la historia, tampoco el impresionismo emocional del mercader. Simplemente, un rechazo de la totalización como tal.

El Trauerspiel no entiende a la filosofía como un sistema cuyo objeto es capturar la verdad sino, por el contrario, supone a la verdad como una contingencia, un acontecimiento que queda atrapado en las redes tendidas por el universo conceptual. Esa verdad, atrapada, será nombrada por el lenguaje, que así sella su sino de tristeza, efecto de su cosificación.

El lenguaje, cundo no es perfecto, cuando no es el lenguaje de los dioses, es causa de tristeza o melancolía: es incapaz de dar cuenta, por estructura, de la totalidad, y en ese medio decir palpitará una verdad a medias, susceptible de ser representada pero jamás unívoca, como la verdad de los dioses. El lenguaje de los hombres es el de los fragmentos.

Ser nombrado es siempre una señal de tristeza, un signo de la caída en la pesadilla de la historia sin contar con la potencia divina más que como sucedáneo o amenaza. Babel acaso sea la metáfora perfecta de la caída y la tristeza (la condena al malentendido) que hará de Benjamin, en palabras de Susan Sontag, un representante de Saturno en la Tierra: un melancólico.

Fuente: Télam

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