–¿Cuál es el margen de libertad que te ofrece un proyecto en la calle Corrientes, donde existe la figura del productor general? ¿Podés elegir, por ejemplo, a los actores con lo que trabajás?
–Tengo la suerte de haber llegado al teatro comercial sin haber tenido que cambiar, que modificar en nada mi forma de trabajo. En el caso de Baraka y Caperucita, los elencos me llegaron cerrados, pero fueron ellos los que me convocaron a mí para que los dirigiera. En el resto de los casos, el elenco suele elegirse junto con el productor general, pero yo entiendo que él es parte del equipo y a mí me interesa su criterio. Con Pablo (Kompel, productor de Un dios salvaje), por ejemplo, hemos discutido criterios y para mí es fundamental estar de acuerdo y a él también le importa coincidir conmigo. Él no me impondría un actor. La dirección y la producción tienen que trabajar en complicidad, me parece, porque no entiendo el trabajo con un productor como limitante, creo que debe pasar todo lo contrario.
–El texto de Yasmina Reza, en cambio, sí estuvo determinado desde el vamos. ¿Tenías alguna idea preestablecida sobre la autora?
–Algo que pensaba sobre Yasmina, y que confirmé cuando empecé a montar este texto, es que no parece una autora francesa. Si la tomás distraídamente y sin que te digan de quién es lo que estás leyendo, seguramente pensarías que el texto es de un americano, porque tiene muy poco apoyo en la palabra: lo importante de la obra no está en lo que dicen los personajes sino en el juego se que propone a lo largo de la pieza. Yo leía el texto y pensaba: ‘Acá hay algo que voy a terminar de entender recién cuando lo empiece a ver con los actores’. Y pasó eso, tal cual. Me parece que es lo más atractivo de ella como autora.
–Hay quienes le reprochan cierto aburguesamiento en sus textos…
–Para mí, Yasmina está lejos de ser una autora pretenciosa. No sé a qué se refieren cuando dicen que es ‘aburguesada’, no sé si se refieren a que hay concesiones hechas para agradar al gran público. Pero, si las hace, no creo que sea por eso que sus obras le gustan al gran público. Si pudiéramos especular con lo que le gusta a la gente, la mayoría haría obras para llenarse de dinero. Nadie tiene la fórmula: Neil Simon y Tennessee Wiliams también tienen obras que fracasaron. No creo que ése sea el quid de la cuestión.
–¿Qué hace, entonces, que sus obras funcionen en las principales ciudades de todo el mundo?
–En el caso de Un dios salvaje, lo más atractivo es cierto borde de riesgo que tiene la propuesta. No saca conclusiones de ningún tipo, al contrario: la obra termina, pero no tiene algo que sea parecido a un final. Y ocurre otra cosa interesante: la gente sale diciendo que se divirtió mucho, y si vos les preguntás a los actores, todos van a coincidir en que jamás trabajamos el humor. Yo, como director, no trabajo los chistes, no sabría cómo hacerlo. Y, sin embargo esta obra genera mucha risa. El trabajo, básicamente, consistió en preguntarnos si seríamos capaces de tener esas reacciones que los personajes van teniendo a lo largo de la obra. Y mi respuesta actual, después de hacer hecho ese esfuerzo de imaginación, es que sí. Yo creo que todos somos capaces de pasar por la locura de esos personajes, sólo se tienen que dar las circunstancias adecuadas para que de pronto nos encontremos rabiando, insultando y vomitando donde no debemos.
–¿Costó trabajar la escena del vómito de Peña? Es, sin dudas, uno de los hits del espectáculo.
–Florencia estaba encantada y aterrada de tener que vomitar en escena. Yo supe desde el principio que esa parte era un hit y quería que lo fuera, por eso llamamos al mejor especialista en efectos especiales de la Argentina, Alex Mathews. Y me parece que el resultado es muy bueno: inevitablemente uno sabe que hay un truco, pero igual te da miedo que te salpique, te alejás, hay algo de mágico. Ella dice que esa parte es la que la va a mantener al palo en cada función y yo confío en que va a salir bien durante toda la temporada.
Un año para vestir la televisión con tres hermanas “un poco malditas”
En julio de 2008, en una entrevista a propósito del estreno de Baraka, Daulte confiaba a Crítica de la Argentina sus ganas de volver a incursionar en televisión (su primera vez fue con el libro de Fiscales, escrito junto a Alejandro Tantanian a fines de los 90). Un año y medio después de esa nota y doce más tarde de aquel primer guión televisivo, las ganas se materializaron en un proyecto para Pol-Ka que ya tiene nueve capítulos escritos –por él, claro– y que pronto comienza a grabarse: Para vestir santos. “Es una comedia dramática que cuenta la historia de tres hermanas ya grandes (Celeste Cid, Griselda Siciliani, Gabriela Toscano) que todavía viven en la casa materna. Perdieron a su padre de muy chicas y, cuando empieza la historia, también muere su madre, cosa que no las entristece demasiado porque ella era una persona bastante mala, muy ácida con sus hijas. Las tres tienen la sensación de estar un poco malditas para poder hacer una vida: ninguna tiene una vocación, o, mejor dicho, la única que tiene algo parecido es la más chica, que quiere ser actriz, pero tampoco estudió para serlo y se la pasa yendo a castings en los que le va como el culo”, adelanta Daulte.
Y sigue: “La intención es que sean personajes creíbles y complejos, con vínculos ricos y complicados, como suelen ser los familiares. Por eso la madre (Betiana Blum) también aparece en muchos flashbacks. Y también hay un tío (Hugo Arana) y un pretendiente de una de ellas (Fernán Mirás). La historia va a saltar del drama más tremendo a la comedia sin solución de continuidad, cosa que a mí me gusta mucho”.
Dirigida por Daniel Barone, Para vestir santos tiene fecha de salida prevista para abril. “Yo estoy superagradecido y contento con Daniel, con Adrián (Suar) y con Marcos (Carnevale). Gracias a un entendimiento que se dio desde el principio, tengo una libertad enorme para trabajar. Voy a decirte algo parecido a lo que respondí cuando hablamos sobre el trabajo con un productor general en teatro, porque acá me pasa algo parecido: yo veo mucha preocupación por parte de todos ellos de lograr el espíritu del libro y de buscar acuerdo. Siento que somos un equipo”.
Fuente: criticadigital.com.ar