Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
Buscar:

Los caprichos de la reina

En Capricho de la reina, el novelista francés Jean Echenoz decide explorar por primera vez el formato del cuento: siete ejemplos casi podría decirse inconfundibles que en extensión alcanzarían a una novela corta, como las que él mismo suele escribir, impregnando esas atmósferas de una extrañeza más sutil que apocalíptica, en donde las señales que emiten sus personajes difícil es que se subordinen a la psicología.
El libro, publicado por la editorial Mar Dulce, traducido por el también escritor y editor Damián Tabarovsky, llega después de su serie sobre protagonistas anómalos de la historia del arte, la ciencia y el deporte, desde Nicola Tesla, Maurice Ravel y Emil Zatopek.

Echenoz es un personaje menudo, relajado y buen amigo de sus amigos (Pascal Quignard, Pierre Michon), según contó a este cronista algunos años atrás cuando llegó invitado a la Feria del Libro, y apasionado por la concisión, la justeza en la frase y el sentido del humor, que nunca se degrada a la pretensión.

Nació en Organge en 1947; publicó catorce novelas; un memorial sobre quien fuera su editor, Jerome Lindon, y ganó el Premio Goncourt con la publicación de Me voy.

Las historias que cuenta en este libro pueden pasar, en algunos casos, como pequeñas piezas de antropología, arqueología, acontecimientos notorios de una vida, fragmentos de un tratado sobre el retrato, sobre el gusto de una época, y sobre los gestos, descripción de pasiones personales y hasta esbozos de ensayos sobre pintura y arquitectura.

En cualquier caso, sea el comandante Nelson o el personaje que encuentra un alma gemela con la cual citarse en un puente especialmente elegido, el caminante que va y vuelve de los alrededores de París, el compromiso es con la escritura, cuidada al extremo, sin redundancias o subrayados, porque para eso está -piensa Echenoz- el cine. Y no todo el cine, claro.

Sin embargo, en la reconstrucción que hace de Babilonia, el lector está imposibilitado de saber si es en tiempo real o no: su precisión es tan sobria que los mismos objetos que componen esa ciudad y esa cultura hablan por sí mismos, y no podrían estar más que en esos espacios: como si Babilonia determinara a Babilonia.

Protagonistas más curiosos que extrañados, saben distinguir la singularidad de aquellos con quienes se cruzan, o viven su aislamiento menos como tal sino como una necesidad de silencio en un mundo saturado de novedades y de un exceso de ruido que se fue transformando en un fondo perpetuo.

En los cuentos de Echenoz, la singularidad también se cuenta en el tiempo para salir, descansar, mirar, trabajar, evaluar. Si nunca se trata de juzgar es porque no es la función -si tiene alguna-de la literatura. Eso corresponde a otros discursos. De ahí, también, el delicioso anacronismo de estos textos.

Fuente: Télam

(Se ha leido 169 veces.)

Se permite la reproducción de esta noticia, citando la fuente http://www.diarioc.com.ar

Compartir en Facebook

Sitemap | Cartas al Director | Turismo Catamarca | Contacto | Tel. (03833) 15 697034 | www.diarioc.com.ar 2002-2024