Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Los sedimentos vivos de la america milenaria

La psicoanalista y ensayista Carmen González Táboas considera que las terapias conductistas y los tratamientos en base a psicofármacos son las soluciones que el mercado de la salud mental ha encontrado para aplastar al síntoma, ignorar los efectos del inconsciente y perorar sobre la necesaria promiscuidad entre el psicoanálisis y las ciencias sociales en general.
Autora de un libro de salida inminente, Abrir el juego (del decir de Lacan), que saldrá por la casa Letra Viva; miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL), publicó, entre otros títulos, La salvación por el síntoma, Mujeres, Semblantes de Occidente y Querida María.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Cómo pensar la neurosis en un tiempo donde la sociedad desconoce las formas de autoridad que antes la ordenaban, la familia se vuelve "disfuncional" y aparecen nuevos síntomas?
G : Por todas partes conviven y se mezclan, diversas formas de lazo social, todos afectadas por el capitalismo, que cambió las relaciones de poder. Las mutaciones de los discursos hicieron el paso de un tipo de sociedad a otra. Una sociedad imponía, a través de las figuras de autoridad, lo que el psicoanálisis llama significantes-amo, ideas directrices de las conciencias que pasan a la dimensión del inconsciente como identificaciones. El sujeto, determinado por ellas, -lo sepa o no-, puede seguirlas, o rechazarlas o embrollarse, en cuyo caso puede acudir al descubrimiento de Freud -el psicoanálisis- para abrir un acceso al inconsciente, por vía de lo impredecible del lapsus, el chiste, los sueños.

En este caso aparece una sociedad light en apariencia, agobiante en los imperativos de un falso discurso, el discurso capitalista, destinado a estallar, dice Lacan, tanto que anularía si pudiera al sujeto de la palabra. Todos los días aparece un hay que nuevo, lo que, en las grandes ciudades multiplica los sujetos desorientados, a falta de los efectos radicalmente primarios, como lo expresa Jacques-Alain Miller, de la identificación. Ayer oía decir: antes te predicaban los padres, ahora te predica toda la sociedad; en la cacofonía loca de la televisión, los políticos, la falsa ciencia, hay padres-niños cuya palabra no tiene peso. Por eso la práctica lacaniana: el psicoanálisis para el tiempo de la caída de los ideales.

Otra cuestión: la neurosis. Es la relación habitual al lenguaje; el neurótico cree en las palabras, es afectado por ellas, está inmerso en ellas, con ellas entra en los discursos que corren por las calles, que no se detienen y hacen el lazo social en la medida que hablar satisface, más allá de su endeble función de comunicación. La neurosis es un efecto de estructura: el ser que habla es el ser que, hablando, goza. Gozar involucra al cuerpo; lo agita, lo estremece, lo conmueve, lo agobia, etcétera. Cuando la cosa se vuelve insoportable para sí o para los otros, aparece la neurosis-padecimiento. El psicoanálisis demuestra que, bajo su faz de sufrimiento, el síntoma guarda satisfacciones, paradójicas puesto que van contra uno mismo. Por supuesto, hay maneras de callar al síntoma. El psicofármaco o las terapias conductistas acompañan bien el empobrecimiento de la lengua y los paradigmas del capitalismo: problema-solución, costo-beneficio.

T : En esta suerte de nueva división sexual del trabajo, la posición masculina parece devaluada, supernumeraria. ¿Esto es así, o es impresionismo sociológico?
G : Es interesante tu referencia a un impresionismo sociológico; diría que se contagia del psicológico, de lo que se propaga entre los sujetos y proviene del inevitable sesgo de la sociedad del espectáculo, hecha de la invasión de objetos con los que la tecnología propicia un universo de lo visible. Ahí los hombres pueden brillar, o quedar reducidos al espectador inerme, devaluado, en la medida que el ser pase por el tener. Devaluación casi siempre escondida debajo de unos gestos que ejecutan el argumento publicitario. Una colega relata la decepción de una chica en la disco: te miran y solo te miran y ni siquiera son capaces de versearte.

¿Estos son hombres? Lo son si tomaron ese lugar en los avatares de la sexuación a partir de una impredecible irrupción de goce en el cuerpo, a la que varones y mujeres se confrontan (de diferente manera) en la pubertad. La posición masculina -el sentimiento íntimo de ser un hombre, que conlleva el deber de responder del órgano macho- no es sin embargo garantía de que ese hombre pueda anudar al goce del órgano, el amor. Por otra parte, la libertad sexual, que cambia de objeto al ritmo de los espejismos del ser y del tener, permite el desencuentro de los sexos; él goza del órgano, ella de su fantasma de amor. El encuentro con una mujer es otro asunto.

T : Los recientes casos de espionaje, vigilancia global, etcétera, son la punta de la disolución entre lo público y lo privado. Sin embargo, creo que el núcleo duro de la intimidad (de un sujeto) sólo puede revelarse en un análisis. ¿Cuál es tu opinión?
G : Me gustaría situar mejor al psicoanálisis. Leía que Google, Yahoo y Facebook llevan a la justicia el asedio de los pedidos de informes sobre sus clientes por parte de los Estados Unidos. Londres es la ciudad con más cámaras y sistemas de vigilancia. Entre nosotros, la TV se especializa en crímenes y siniestros. La gente está con frecuencia perturbada. Pero la índole de esa perturbación es para cada uno diferente. Unos la argumentan y siguen con su vida; otros buscan una etiqueta y un psicofármaco para aliviarse. Hay quienes buscan al psicólogo para adaptarse o arreglar el desorden que sufren. Y hay los que van a hablarle al analista, pocos, que aceptan el tiempo subjetivo de unos trayectos en los que surge otra relación de sí a sí. Es la apuesta por encontrarse más verdadero, despejada la variedad de los síntomas.

T : A mayor "libertad", mayor "soledad". ¿Es así que hay que pensar ese par?
G : Dicho así, estaríamos en ese yo de la conciencia del que Lacan señaló la función de desconocimiento. El psicoanálisis tiene otra idea de la libertad; es la libertad del estar en sí, en lo de uno, responsablemente. Eso no abunda. Hay tropiezos que un análisis puede tratar. Un verdadero análisis lleva a sortear las identificaciones que encarcelan, o a construir un punto de certeza, un principio de orientación.

Eric Laurent hablaba de la certeza de la autorización al goce, un goce posible de ser vivido. Hace poco un hombre me dijo: No decido nada, me dejo llevar; yo se lo que me pasa, soy un cómodo; ¿sabía? Al rato de conversación la cosa cambió completamente. Se trataba de que no puede decir no. Fracasa esa función sin la cual él es una hoja en el viento, a pesar del éxito que lo acompaña. Si este hombre deseara analizarse, el desplazamiento del síntoma -en una genuina experiencia analítica- lo conduciría a volver la mirada sobre sí, sortear las trampas del narcisismo, aproximarse a la singularidad de su modo de gozar, raíz de una posición en el mundo.

Singularidad que rompe los espejismos de lo común: contentar a todos, amor y paz, armonía y felicidad, trasfondo ideal que sufre en la libertad del solitario. La buena soledad viene con el trabajo de poner algo de sí en lo común, sabiendo del hueco irreductible de la soledad de uno. Es como en el amor; Lacan habla de las reglas del juego del amor, reglas que hay que inventar cada vez para tramar el lazo amoroso que supla, de algún modo, lo imposible de armonizar de dos modos de gozar.

T : ¿Por qué creés que la estadística, con el ropaje del discurso de la ciencia, consiguió una hegemonía que a mi juicio, transformó la política emancipatoria en la cárcel de la biopolítica?
G : Te digo cómo lo veo. Por un lado, ya no es posible estar por fuera del discurso de la ciencia. La ciencia misma, con la física cuántica pasó a un campo de experiencias imposibles de capturar en leyes. Estas no son causales sino estadísticas. Por otro lado, la bíopolítica es impuesta por la demografía en las llamadas democracias. Se necesita clasificar al individuo (contable y numerable) en diversos registros; lo vigilan, y si no lo asfixian, lo cercan. Y algo más, los mass media empujan a nadar en un mar de falsa ciencia, donde se disfraza de científico lo que en la ciencia es cómplice de los negocios varias veces millonarios de los mercados.

La propaganda, los psicólogos mediáticos, los prestadores de la salud mental pueden ser sus agentes. Por ejemplo, en medicina, el arco va de salvarte de un cáncer hasta cambiarte la nariz; en el medio pasan otras cosas. Se sancionan leyes que habilitan el cambio de sexo, sin más, a cualquiera que declare estar en desacuerdo con el propio; otra ley habilita a la medicina a usar todos los medios a su alcance, para que cualquier mujer que lo pida pueda ser madre. Como decía una vedette, mis hijos son ingratos; quiero tener uno que sea mío y para mí sola. Monstruosidad que pasa de largo.

La ciencia, como tal, no se involucra en las consecuencias subjetivas generadas por sus actos. Se echa mano del psicofármaco. Del tratamiento conductista. De las terapias alternativas. ¿Del psicoanálisis? Solo si uno/una desea tomar la palabra en un dispositivo que no retrocede ante la opacidad del síntoma.

Con respecto a tu pregunta, aún desearía agregar algo. Hace diez años leí a Rodolfo Kusch (un salteño contemporáneo de Oscar Masotta). Para mí tuvo consecuencias. Por lo pronto, eso entró en mis libros. Ya no pude dejar de pensar que, hasta donde sé, los psicoanalistas no hemos hecho el esfuerzo teórico de situar esta América con respecto a la problemática a la que vos te referís en tu pregunta, aún si la práctica analítica nos la pone delante. Leo acá estudios de europeos que hablan de la contemporaneidad como si fuera posible homogeneizar los datos. Kusch decía que de Europa podemos importar muchas cosas, pero no se importa el sujeto cultural. Creo recordar que una vez le preguntaste a Jacques-Alain Miller, en una entrevista, sobre el notable fenómeno psi en estas latitudes. En ese momento pensé: esa pregunta -que tomo muy en serio- es para nosotros, los nacidos en esta América milenaria y nueva.

¿Hasta dónde llega la hegemonía de la estadística, el control, la evaluación, las clasificaciones? ¿Qué nos pone ahí y qué nos separa? (Giorgio) Agamben hasta veía al campo de concentración como nuevo paradigma de la sociedad. Cuando leo esas cosas me parece más urgente volver la mirada hacia los sedimentos vivos de nuestras culturas en nuestras geografías; es el campo de investigación que estoy intentando ceñir en mi siguiente libro.

Fuente: Télam

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