"Esta novela- recuerda la autora a Télam- nació de un programa radial del que participaba hablando sobre el cáncer, del acompañamiento y del que cuida. Llovieron los mensajes y me di cuenta que la gente necesita hablar de lo que no se habla".
"Mi historia es autoreferencial. Mi marido falleció víctima de cáncer hace nueve años y la idea de esta novela estuvo siempre en mi cabeza, pero tuvieron que pasar nada más y nada menos que nueve años para plasmar el dolor en papel", relata Loza.
"Fue tiempo suficiente como para poder acercarme nuevamente a sentimientos dolorosos y ser amable, o hacer digerible lo espantoso que a veces tiene una enfermedad, y encontrarle la vuelta", comenta.
Loza explica que tenía que resignificar el dolor de tal manera que el lector cuando pasee por las páginas y esté atravesando por una situación extrema diga "´esto que me está pasando, ya le pasó a otro, que me está diciendo que se puede pasar el infierno y salir al otro lado".
"Pero la idea es salir al otro lado vivo e intentar rearmarse como ser humano, para poder seguir el camino personal y aunque cueste aceptarlo, el dolor enseña", sostiene.
La historia entre Rafael y Antonia comienza con una descripción de una habitación de un hospital donde está el protagonista moribundo y su mujer, su única compañía permanente. Allí afloran todo tipo de sentimientos: desde los fríos análisis clínicos hasta las rememoradas noches apasionadas que los unió tiempo atrás.
"Suelo decir que hago fuegos artificiales con los adjetivos en mis novelas, pero en esta tuve que hacer una escritura casi minimalista, porque no tenía nada más que una habitación, una ventana, una cama y la muerte ahí, esperando", dice Loza.
"Me gustó mucho seguirla a Antonia, porque comencé a escribir como Cristina Loza -en muchas situaciones Antonia se encuentra con Cristina- pero de pronto descubrí a Antonia, una mujer especial que va viviendo el día a día y descubriéndose. Me gusta esa manera de afrontar la adversidad con cierta rebeldía", explica.
¿Cómo fue ponerse en la piel de Antonia y recordar el pasado? "En realidad no fue sólo ponerme en la piel del personaje sino fue sacarme la piel. Quedo muy expuesta en esta novela, muy desnuda. No se puede hablar de ciertos temas sin decir la verdad. Con la muerte no se pueden utilizar eufemismos", declara.
La novela de Loza viaja desde el presente más cruel al pasado más apasionado, cuando ambos eran más jóvenes alocados, desbordados de pasión. Ese mismo sentimiento se ve reflejado en la tapa del libro donde se ve la espalda de una mujer semidesnuda abrazada por un hombre que con sus manos le rasguña la piel.
Antonia hace una resistencia ante el dolor, una barricada para acompañar y no morir en el intento. "Comienza a contarle historias del pasado a su hombre, pretendiendo mantener el presente doloroso afuera, armando una burbuja hecha de palabras", describe Loza.
"Me mentí en todas las religiones a las que considero como un zapato: ´si me quedan, las uso´.""Ella arma el pasado como si fuera un presente, que para él es un presente. Crear esos momentos tan apasionados que vivieron hasta que ella se va da dando cuenta que el va desencarnando y entonces comienza a hablar de otra manera; explicándole lo valiosa que fue la vida y que ya no tiene pudor en llorar delante de él para que sepa cuán importante fue", describe.
"Siempre fui una buscadora. Me mentí en todas las religiones a las que considero como un zapato: ´si me quedan, las uso´. Con mis libros siento que siembro algo. Lo que cuento se que en algún corazón va a resonar para bien", acota.
"Los escritores somos como espejos y a veces como despertadores. Los que tenemos el don de acomodar las palabras tenemos una misión en la vida y yo la voy a cumplir", concluye Loza.
Fuente: Télam