Sin mencionarlo ni exponerlo como objeto, durante la charla habló del título de su primer libro: “¿Para qué sirve la filosofía?”. Y esa fue la excusa para abordar los grandes temas de la filosofía –y de la vida- como el amor, la muerte, la felicidad, la angustia, la otredad, la normalidad, Dios y hasta la verdad; temas que fue hilvanando con la facilidad de los grandes narradores y abordando a partir de anécdotas de la vida cotidiana que cualquiera ha vivido o tiene a mano.
“¿A quién no lo convoca la pregunta ‘por qué nos enamoramos’ o ‘por qué nos tenemos que morir’. A quién no le interesa saber por qué las cosas son como son. Esas preguntas –continuó el filósofo- fueron puestas en el lugar de improductivo, de inútil o de preguntas sin respuestas y eso genera angustia”, destacó.
Y siguiendo ese razonamiento vinculado al título de su libro se preguntó: “¿Por qué la filosofía tiene que servir para algo?”, renegando del sentido utilitario que -pareciera una necesidad- hay que darle a todas las cosas que existen o que hacemos en el mundo.
“Tomás Abraham dice que la filosofía es un saber inútil. Si entendemos la utilidad en el sentido más lineal el saber de un médico sirve para curar, el de un arquitecto para diseñar casas. El filósofo no tiene un saber práctico, pero la filosofía es un saber útil porque nos sirve para cuestionar por qué todo tiene que servir para algo”.
Escapando al sentido utilitario, el filósofo señaló que concibe a la filosofía más cerca del arte que de la ciencia. “Hay un dictatum que dice que la filosofía es la madre de las ciencias. Pero para mí la filosofía está más cerca del arte que de la ciencia porque cuando uno hace filosofía se le moviliza algo más corporal, más emocional, no solo el raciocinio”, destacó.
Tal como lo había anticipado antes de llegar a Catamarca, su charla terminó disparando muchas preguntas y desbaratando las certezas que varios creían tener ya asidas. “La filosofía es la pregunta, no la respuesta. Y lo más interesante es que en filosofía la pregunta abre, no cierra”, señaló, abriendo el juego a una extensa y entretenida ronda de preguntas que surgían en cantidad y sin pudores desde distintos puntos del auditorio.
La divulgación como democratización de los saberes
Sztajnszrajber aprovechó también la charla –programada como una de las actividades centrales del Festival de la Palabra y las Artes- para resaltar la existencia de un espacio como Canal Encuentro, que le ha permitido a él a través de su programa “Mentira la verdad” pero también a muchos otros intelectuales y hacedores de distintos saberes acceder a esta espacio donde convergen contenidos distintos a la tv entretenimiento.
“Tuve la suerte de vivir en un tiempo en el que la divulgación es una cuestión política. Antes un divulgador era un simplificador, la academia lo bastardeaba. Hoy creo que la divulgación se convirtió en una cuestión más política, de democratización del saber”, defendió.