Salter estudió en la escuela militar de West Point -por presión de su padre-, dos cursos atrás de Jack Kerouac. Sobre esa experiencia, en la cual aprendió a volar en aviones y que duró doce años (incluyendo una participación en la guerra de Corea), también escribió. Pero claro está, no era ese su mundo. Lo abandonó, aunque siempre le apasionó volar.
Entre sus novelas destacan Juego y distracción, Años luz, Anochecer, Pilotos de caza, En solitario, La última noche, Quemar los días y Todo lo que hay, además de un volumen de notas periodísticas y varios guiones que jamás lo conformaron.
Salter parece haber sido un hombre complicado. Las relaciones sociales, las mujeres, los viajes, la inminencia del final, acechan sus libros; también cierto estoicismo para aceptar las pérdidas, el cansancio, la indiferencia, la luz de la existencia y los apagones súbitos. Acaso lo mejor o lo único que se pueda decir de un escritor, es lo que se puede decir de él: su estilo es inimitable.
Fuente: Télam