Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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No nacemos libres; la libertad es una ardua conquista

En Interlocutores filosóficos de Lacan, la pensadora Nora Trosman recorre los seminarios y escritos del psicoanalista francés para hacer interlocutar su práctica con cierta tradición filosófica occidental, desde Plotino y Frege, Spinoza y Heidegger, San Agustín y Nietzsche.
El libro, publicado por la casa Letra Viva, celebra la posición del interlocutor, sin confundir nunca los campos sino nutriéndose mutuamente cada una desde su especificidad.

Trosman es licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA); es docente en la maestría en psicoanálisis de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y uno de los artículos capitales de Conmemorando a Martin Heidegger es de su autoría.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T: ¿Qué se quiere decir cuando se dice que el psicoanálisis es una antifilosofía?
NT : En el primer capítulo del libro desarrollé la secuencia Filosofía, psicoanálisis, antifilosofía en la que el psicoanálisis está en el entre, marcando el devenir de la filosofía hacia la antifilosofía. En este trayecto acentúo a la vez la espacialidad del proceso temporal que realizó Lacan en toda su enseñanza, es decir en los casi 30 años de su seminario.

Es necesario entender el devenir antifilosófico con todos los pliegues que lo constituyen a fin de no hacer una lectura equívoca, pues muy rápidamente y con brocha gorda, se piensa que Lacan se aparta definitivamente de la filosofía al declararse antifilósofo, cuando en rigor está haciendo otro movimiento más complejo que el de una oposición. Y al decir con todos los pliegues que lo constituyen, subrayo que no siempre las cosas están en la superficie, tampoco en las profundidades, sino en un trabajo más moebiano (por Moebius) en el que la interlocución se da desde un punto de inicio psicoanalítico hacia un exterior filosófico para volver finalmente al psicoanálisis desde lo que llamo una operación de lectura.

Antifilosofía es entonces la nominación que recupera a la filosofía en la escala invertida de los conocimientos historizantes y el saber universitario para orientarse hacia el pensamiento y lo real. Este acto es antifilosófico en una significación muy precisa: lejos del sentido religioso, del sistema científico y la cosmovisión metafísica. Si tomamos esta vía, podremos pensar que Lacan sólo abandona un estilo de filosofía y no a toda ella en su conjunto. Pero tampoco creo que el psicoanálisis sea una antifilosofía, sino que la antifilosofía es una conexión fundamental del discurso analítico, como la topología, la lingüística y la matemática.

T : ¿Cómo es posible una interlocución entre filosofía y psicoanálisis?
NT : La interlocución entre filosofía y psicoanálisis sólo es posible sobre la diferencia que permite una filía, amistad entre ambos, acordes propongo y no necesariamente acuerdos. La voz latina inter-locutio implica interrumpir o intervenir en una discusión. Así pienso que la voz de la filosofía, si somos capaces de escuchar, hace un corte en la voz del psicoanálisis, que de otro modo sería hegemónica y reiterativa como una melodía lanzada al infinito, es decir sin volumen ni matices. Por lo tanto nada de analogías, semejanzas ni correspondencias conceptuales entre ambos campos sino resonancias.

¿Cómo resuena el decir de Spinoza, Kierkegaard, Hegel o Marx en los impasses y las preguntas que Lacan se plantea? ¿Cómo incide esta exterioridad sobre la clínica en los diferentes momentos de la enseñanza? Y ¿cómo retorna luego del pasaje por la filosofía? Estas cuestiones constituyen un trayecto de trabajo intensivo y extensivo que ocupó a Lacan desde una pasión filosófica hasta la ironía y la burla; ambas las compongo en el interior mismo de la travesía por las fuentes de la filosofía y no en el abandono. O sea, son parte de las vicisitudes que un real pensamiento enfrenta cuando no se trata de complacencia, cuando no es la instancia de la enciclopedia la que empuja, sino el vacío que lo real mismo porta.

T : Ponés en serie, contra toda psicología, a Marx, Heidegger y James Joyce.
NT : Es Lacan quien en La ciencia y la verdad pone en serie a Marx, Heidegger y Joyce nominándolos como los únicos hombres de la verdad que nos quedan, fuertes subversiones en la política, la ontología y la lengua. Revolucionar los sentidos cristalizados en cada territorio, constituye una singular relación a la verdad en tanto conmoción del saber y por lo tanto acontecimiento, o sea la configuración de algo inédito hasta entonces. Verdad y saber no coinciden, ni están en continuidad, ni en relación más que cuando la verdad se ofrece como lugar para la emergencia de un saber singular, como es el de lo imposible. Imposibilidad que no se confunde con impotencia sino que conlleva la marca de lo real como imposible. Si lo pensamos más cerca de la ontología, por ejemplo con Alain Badiou, el trayecto de las verdades interrumpe la serialidad y consistencia de los saberes hegemónicos, al punto de producir un corte radical de las significaciones por lo cual, sobre ese vacío, advendrá azarosamente una nueva vía sin programa ni concepto, porque se da a total distancia de ambos. Este punto es muy fecundo para ubicar el acto analítico en el tiempo de concluir anticipándose al comprender. Esta temporalidad es la que anuncia Nietzsche en el aforismo El loco, al proponer la muerte de Dios como un acontecimiento para el que aún no hay oídos, es un tiempo aún no llegado. Paternidad nietzschiana y no anticipación de lacanismo.

El discurso científico abre para Lacan un surco en lo real, pero se trata de otro tipo de saber, susceptible de escritura y por lo tanto universalizable. Aquí la vertiente matemática toma su relieve. Matemático para los griegos es lo que se puede aprender y por lo tanto enseñar.

Pero pienso que la matemática, la lógica y la topología no implican una deconstrucción de la filosofía, sino una nueva vuelta que el nombre antifilosofía acompaña en el tiempo de los fecundos embrollos con lo real.

T : Si habla el habla, no el hombre, ¿qué es esa figura: el hombre?
NT : Heidegger propone que el habla habla, no el hombre. Con esta afirmación entramos de lleno en una concepción ontológica acerca del lenguaje, y si es el habla quien habla y no el hombre, se trata de una filiación poética y no de un género literario entre otros. ¿Porqué no el hombre y sí el dasein, la existencia? El hombre es una categoría óntica que la biología, la psicología y la antropología toman sin ver las implicancias metafísicas que arrastran y la confusión entre el ente y el ser. Es una crítica al humanismo y a la construcción gnoseológica sujeto-objeto. El lenguaje es sólo la faz expresiva del habla. Lo que hay del orden del ser pasa por el habla, que es su morada y en este punto el viraje, la torsión (kehre en alemán) hacia el Otro inicio del pensar conduce a los poetas y a los pensadores presocráticos, ambos en la exterioridad del proyecto metafísico responsable del dualismo de nuestro pensamiento occidental. No es el hombre el que puede singularizar el habla sino el dasein, como vecindad del pensar y el poetizar. Y si la poesía es como propone Hölderlin, fundación del Ser por la palabra, estamos ante una cercanía con la idea de Lacan, acerca de que el ser es un hecho de dicho. Es el inconciente mismo el que tiene una materialidad poética y su existencia tiene la forma del equívoco, el sueño, el lapsus.

T : Ser libre de las pasiones tristes …
NT : Ser libre de las pasiones tristes, las ideas inadecuadas, las afecciones pasivas, la espera, la impotencia. Estamos en el corazón de la Ética de Spinoza, que Lacan conoció muy bien, una teoría acerca de la humana potencia y el deseo a diferencia de la moral, conjunto de mandatos, leyes y obligaciones que los hombres se imponen con el fin de obedecer. No nacemos libres, la libertad es una ardua conquista de los hombres capaces de aumentar la potencia de obrar, producir buenos encuentros, expandir el conocimiento, sumar alegría, restar los efectos nocivos de los diversos poderes, en fin alcanzar una existencia luminosa en las antípodas de la luz natural. Un saber alegre es para Spinoza un estilo de saber capaz de no esperar, la espera es una pasión triste, despotenciada, solitaria e impolítica, no hace comunidad. Un saber y un amor a distancia del Otro que responda simétricamente, en correspondencia; beatitud, llamó al afecto eminentemente activo. Beatitud laica, no santa, Spinoza se separa de las tradiciones religiosa y mística. Amor y saber inmanentes a nuestra existencia, nunca trascendentes, esto es, no nos son donados por nadie. Con estos breves trazos, intento trasmitir la cercanía entre la ética spinoziana y la que Lacan propone para el amor y el saber en el tiempo del fin de análisis.


Fuente: Télam

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