Catamarca
Sabado 27 de Abril de 2024
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Nunca tuve otro tema que el arte de la novela

En Frío de Rusia y en De los boludos no tenemos la culpa, el primer título una novela, el segundo un poema largo, el escritor y abogado Ricardo Strafacce despliega las barajas de cierta tradición vanguardista en la literatura argentina, la que no desprecia oír un fraseo musical en la letra de Borges tanto como en la de Osvaldo Lamborghini.
El primer libro, publicado por la casa Blatt&Ríos, el segundo por Pánico el Pánico, son ejemplos de esa aventura formal que no duda continuará y expandirá.

Strafacce nació en Buenos Aires en 1958. Publicó, entre otros títulos, Osvaldo Lamborghini, una biografía, La boliviana, La transformación de Rosendo, Carlutti y Pareja y Crímenes perfectos (todos en la casa Mansalva) y El crimen de la Negra Reguera en Beatriz Viterbo.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : Frío... ¿es una novela sobre el amor o es una novela de amor según los imperativos de la época? En cualquier caso, ¿tenés alguna teoría sobre el amor?
S : Lamentablemente (y espero que no suene descortés) no puedo contestar esa pregunta. No puedo porque emitir una opinión de esa índole sobre un libro mío implicaría un desdoblamiento autor/lector o, peor, novelista/crítico, que me resulta realmente incómodo y, sobre todo, impostado. En ese sentido, yo no puedo (y espero, insisto, que no suene descortés con la pregunta) decir si Frío de Rusia es una novela sobre el amor, sobre el odio o sobre el turismo estepario. No puedo porque sería constreñir la lectura de mi libro cuando lo que yo quiero es, precisamente, lo contrario: yo quiero que las lecturas de Frío… hagan proliferar la novela, que le den al libro lo que a mí me consta que no tiene. En este sentido, la presentación de Pablo Farrés en el Varela fue maravillosa: un análisis bello y profundo que me hizo sentir orgulloso y feliz de tan alta lectura. Puedo, sin embargo, decir algo que si bien no contesta estrictamente la pregunta, quizás revista algún interés. Cuando empiezo una novela nunca tengo planes (cuando los tuve, no pude -por aburrimiento- pasar de la página veinte: si ya sé qué va a ocurrir, ¿qué sentido tiene seguir?). Tampoco tengo temas. A veces leo que ciertos escritores sostienen que hay temas que los obsesionan, los persiguen, no los dejan dormir en paz, etcétera. En este sentido, yo soy un afortunado: los temas jamás me han molestado. Quizás porque nunca tuve otro tema que el Arte de la Novela, o lo que yo entiendo por tal cosa. Cuando empiezo una novela pienso, con Macedonio y Lamborghini, sólo en eso: la inigualable felicidad de una nueva novela que comienza. Sin meterme, entonces, en honduras como las que plantea la pregunta, se me ocurre que Frío… podría entenderse como una novela sobre la narración como invención, como improvisación, como felicidad. Y que desde el punto de vista formal, hubo cierta experimentación (en fin) en el modo de introducir los diálogos (estilo directo, indirecto e indirecto libre) y en la posibilidad de sostener una novela casi exclusivamente en los diálogos, diálogos que muchas veces -indirecto libre- simulan no serlo. Otra intimidad: la novela es de 2005 y la escribí toda manuscrita en cuadernos y libretas porque estaba escribiendo otra novela (El Parnaso Argentino) en la computadora y temía se me mezclaran las escenas.

T : En De los boludos no tenemos la culpa, el largo poema que publicaste, esos boludos ¿pueden armar qué clase de artefacto, un país, una editorial, escribir libros, tratados de física cuántica, etcétera). ¿Se puede ser un boludo y gobernar, educar, analizar?
S : Para gobernar un país o dirigir una editorial mainstream es una condición casi indispensable. A la física cuántica le tengo más respeto. Se me podrá objetar, algo cínicamente, que si gobiernan países, ganan las mejores becas, obtienen cargos culturales, ganan sueldos del Estado para, al cabo de diez años de investigar La Nada, escriben doscientas paginitas choreadas que nadie leerá, tan boludos no son. Sea. Pero yo lo pienso de esta manera. El otro día vi en televisión a un investigador del CONICET, nanofísico. ¡Es alucinante las cosas que están investigando y pensando estos tipos! Y resulta que hay investigadores, pólipos del presupuesto, que hace más de una década cobran del Estado para investigar… ¡El Siglo de Oro Español! ¿No es joda? Ahora, yo pregunto, ¿cuál de los dos investigadores del ejemplo es el boludo? Para decirlo más llano: los boludos a los que se refiere el poema son esos felices y prósperos integrantes de la tilinguería multiculti que andan a los empujones para subirse al último asiento del último viaje a Frankfurt y con los que yo no compartiría jamás mi mesa en el bar.
T : ¿Cómo pensás a la literatura de Pablo Farrés? Si yo pienso en Lamborghini, Farrés diría que Lamborghini, seriamente, no construye ningun discipulato, y le creo. A su vez, Farrés es imposible sin Lamborghini.
S: A fines de 2010 leí El punto idiota. No recuerdo si me la había recomendado alguien o la encontré solo, quizás fue un guiño del azar. Pero cuando leí por primera vez a Farrés no pensé en Lamborghini sino en Rafael Pinedo. Lo cierto es que quedé maravillado con El punto idiota, me conseguí la dirección de Pablo y le escribí. En estos años nos hicimos muy amigos. Farrés presentó Frío de Rusia y yo presenté Literatura Argentina (que un domingo de calor imposible el autor terminó de revisar en mi casa junto a Fernanda Trías mientras yo miraba perder a Boca) y fui el primer lector de aquel anillado donde viajaba desde el oeste profundo del conurbano bonaerense la primera versión de Desmadre. Creo que Pablo es un escritor genial y, desde luego, gran lector de Osvaldo Lamborghini, aunque no sé si su literatura es imposible sin Lamborghini. Yo lo ubico en la más pura tradición de Kafka, aunque un Kafka leído por Sade. Y ahí sí tenés una doble confluencia con Osvaldo Lamborghini: Kafka, Sade, y así siguiendo… Finalmente, no puede no mencionarse en el planeta Farrés a las novelas de Rafael Pinedo (sobre todo Plop y Subte, no tanto Frío).

T : ¿Qué te empujó a escribir la biografía de Osvaldo Lamborghini?
S : Fue una pregunta: ¿cómo habrá sido una persona que escribía así? Esa es la motivación personal, la más importante. La motivación formal, digamos, sería ésta: pensaba -y sigo pensando- que el género biográfico es una de las formas más útiles y sanas de escribir sobre un autor. Los discursos sometidos al régimen del comentario (en el sentido de Foucault) se encuentran, creo, en un callejón sin salida, chapoteando entre la tautología y la mala fe.

T : ¿Ejercés como abogado? ¿Cómo se llevan el abogado con el escritor; o los discursos del abogado y el escritor?
S : Ejerzo, sí. Y el abogado y el escritor se llevan de maravillas. Se prestan la ropa y las frases, comparten vicios, amores y deudas. Por ahora, el abogado mantiene al escritor. Espero que alguna vez las cosas cambien. Yo me llevo bastante bien con los dos.

T : ¿Qué escritores leés, releés, además de los que nombramos, y de cuáles esperás algo en la Argentina que está y la que viene?
S : He leído últimamente a algunos escritores para mí nuevos (jóvenes y no tanto) que me entusiasman. Además de Farrés, Pablo Katchadjian, Eduardo Rubinschic, Ariel Idez, Cecilia Pavón, Agustina Paz Frontera, Ramiro Quintana y algún otro que no retengo. De mi generación leo a Sergio Bizzio, Daniel Guebel, Juan José Becerra, Osvaldo Baigorria, María Moreno. De todos ellos espero cosas muy buenas en el futuro. También, lo confieso, espero cosas mías. Me gustaría releer más, pero me da cierta culpa ante todo lo que tengo pendiente de lectura. Proyecto vagamente dar algunos talleres y cursos este año, lo que me permitiría releer sin culpas. En cualquier caso, me gustaría releer más a Cervantes, a Chesterton, a Flaubert. Siempre estoy releyendo, aunque más no sea de memoria, a Kafka, Gombrowicz, Borges y Lamborghini. Aira no da la posibilidad de releer porque siempre hay algo nuevo. En cualquier caso, tengo leído todo, incluso lo que todavía no se publicó.

Fuente: Télam

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