El desafío de la dirección, a cargo de Analía Freda García, ha sido complejo ya desde la lectura de la obra. No es tarea sencilla, por ejemplo, encontrar el ritmo que Bercoff le imprime a los pasajes de sus obras escritas en verso. Como no lo es, tampoco, ingresar en su poética y analizar su desmesurada carga de violencia, sus improperios y sus golpes bajos: "Te voy a descuartizar, te voy a arrancar los brazos y las piernas y se los voy a tirar a los cerdos", dice uno de los personajes en Greek. Y el otro responde: "Te voy a patear hasta matarte y voy a saltarte encima, te voy a acribillar con la cuchilla y despellejarte en vida".
Esa virulencia que Bercoff le impone al lenguaje se hace visible también en las alusiones a diversas prácticas sexuales que aparecen tanto en Decadencia como en Greek, y que citarlas fuera de contexto no sería más que destacar cierto mal gusto que sólo es comprensible en el marco dramático de cada una de las piezas.
Lo que pretende Bercoff en sus obras es crear un teatro cuyas palabras tengan la potencia de un arma.Lo que pretende Bercoff en sus obras es crear un teatro cuyas palabras tengan la potencia de un arma. La forma en que aparecen retratadas las clases dirigentes en Decadencia, otro de sus grandes textos, no deja lugar a dudas acerca de la mirada del autor sobre quienes representan los altos estamentos de la sociedad británica. Y si en Greek Bercoff retoma el lenguaje de la tragedia clásica y se apropia del Edipo de Sófocles, lo hace con la única intención de referirse a lo que él llama "la peste británica" y sus consecuencias sobre la subjetividad de los habitantes del Reino Unido. La violencia de la "buena educación" puede ser más devastadora que cualquier otra.
Las criaturas de Steven Berkoff se relacionan con el mundo a través del resentimiento, del odio y del desprecio al semejante. Y en un planeta cada vez menos hospitalario, el teatro de Steven Berkoff no hace otra cosa que reflexionar sobre el estado de las almas en una época sombría. En ese sentido lo que el hombre padece en el teatro es apenas un reflejo de lo que percibe en la propia cotidianeidad. El público quiere evitar en carne propia los padecimientos de los personajes, pero también intuye que en algún recodo del camino puede encontrarse con ellos o, lo que es más inquietante, actuar de manera similar a cómo lo hacen desde el escenario esas criaturas construidas con "la materia de los sueños".
El otro grande de la escena inglesa contemporánea es el premio nóbel Harold Pinter.
El autor de El montaplatos mantiene, como Steven Bercoff, una mirada crítica y sombría a la vez sobre la condición humana. Nacidos con apenas siete años de diferencia, Pinter es del 30 y Bercoff del 37, ambos han consagrado sus vidas a poner al descubierto las contradicciones de la sociedad inglesa, sus pliegues menos visibles y el paulatino enrarecimiento de los vínculos humanos a medida que avanzaba el siglo pasado e ingresábamos en el nuevo milenio.
Fuente: Télam
