El rector de la catedral de Buenos Aires, Alejandro Russo, explicó a DyN que con la elección puede estar "perfilando el estilo que le infundirá a su pontificado, en base a la austeridad, la sencillez, la oración y la cercanía espiritual".
"Bergoglio es jesuita y los jesuitas se caracterizan por el servicio a la Iglesia", destacó el sacerdote.
Cuando un cardenal es elegido Papa se le pregunta con qué nombre quiere ser llamado ("Quo nomine vis vocari?", que significa "¿Con qué nombre deseas ser conocido?"). El nuevo Pontífice, entonces, pronuncia el modo en el que será presentado al mundo.
Se trata de una tradición en la Iglesia que data del siglo X. Hasta entonces, los papas mantenían su nombre de bautismo, pero en el año 996 el papa Bruno de Carintia renunció a su nombre al ser elegido Sumo Pontífice y utilizó el de Gregorio V.
Desde ese momento, todos los papas han cambiado de nombre al comenzar su pontificado.
Sólo excepcionalmente, antes del siglo X, algunos pontífices modificaron el nombre del bautismo por diversas razones. Es el caso de Mercurio, que accedió a la sede Apostólica como Juan II (533-535), ya que no deseaba llevar el nombre de un dios pagano.
Pese a todo, desde San Pedro ningún pontífice se atrevió a elegir ese nombre por respeto al apóstol. Juan XIV (983-984) se llamaba Pedro Canepanova y Sergio IV (1009-1012), Pedro Bocca di Porco, y los dos cambiaron el nombre al ocupar la silla petrina.
El primer nombre elegido varias veces fue el de Sixto, posteriormente los nombres más usados por los papas desde Pedro fueron Juan (23), Gregorio (16), Benedicto (15), Clemente (14), León (13), Inocencio (12), Pío (12), Esteban (9), Urbano (8), Alejandro (7), Adriano (6), Paulo (6), Sixto (5), Martín (5), Nicolás (5), Celestino (5), Anastasio (4) y Honorio (4).
Fuente: 26noticias.com.ar