Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Sin identidad, historia, sin psicología

En Hotel Atlántico, el escritor brasileño Joao Gilberto Noll compone la deriva de un personaje por el sur de su país, alguien que siempre parece tener una misión o un objetivo que desconoce o prefiere eludir, y que asaltado por contingencias obvias, insólitas, siniestras o desgraciadas, al lector nunca le alcanzará para descifrar la cifra de su identidad.
Precisamente, ese concepto, el de identidad, su vacuidad, inconsistencia, liquidez, provisoriedad, es el que vuelve a trabajar en esta novela, recientemente publicada por la editorial Adriana Hidalgo.

Gilberto Noll nació en Porto Alegre en 1946; comenzó a publicar en 1980, recibió cinco veces el Premio Jabuti y el premio máximo de ficción que otorga la Academia Brasileña de Letras. En castellano puede leerse Lord, Bandoleros, Harmada y A cielo abierto.

Es un hombre extraño -si por extraño puede calificarse a alguien que decidió no dar más reportajes- y sin embargo, sus libros se venden bien y están traducidos a varios idiomas. Extraño también puede resultar porque empezar una de sus novelas rápidamente hace saltar un reflejo condicionado: ¿dónde quiere ir, adónde quiere llegar, qué clase de personaje es éste, sin familia, sin anclaje, casi siempre a la deriva?

Es probable que ciertos tonos recuerden a Rubem Fonseca: un despojamiento, el desprecio por el color local, un cinismo que es como una cuerda tendida en el vacío, pero Gilberto Noll es más radical que Fonseca en su práctica estética: si bien no deja cabos sueltos, esos cabos no alcanzarían nunca para reconstruir la historia que se leyó.

Sus héroes no se sabe si están perdidos o si son torpes, si están huyendo o preparan un golpe maestro, pero invariablemente se cruzan con eso que nunca hubieran pensado y que los transforma en equilibristas sin pasado ni futuro. El presente es lo que está ocurriendo, sin que nadie lo buscara y la más de las veces, es una tregua entre incertidumbres.

Lord y Hotel Atlántico quizá sean los dos ejemplos más extremos: envueltos en peripecias inconcebibles, sus personajes progresivamente, sin quererlo, van convirtiéndose en fugitivos de no se sabe muy bien qué: de sí mismos sería lo más obvio -en la estela abierta por Samuel Beckett y Franz Kafka.

Y con ese mismo humor, esa suerte de autoparodia sobre las figuras de la historia personal, el yo, la biografía, las memorias. En estos libros la memoria de uno puede ser la memoria de otro y lo más siniestro es que no hay sujeto que no sea responsable de sus actos, así sean los más monstruosos y obligados por las circunstancias.

Hotel..., bajo el pretexto de un viaje a la costa desencadena una serie de episodios monstruosos para los cuales ni la táactica ni la estrategia servirían de nada porque parecen designios de un demiurgo -un demiurgo de cielo vacío- que no confunde entre la decisión y la contingencia que -gran truco de Gilberto Noll, desorienta a la trama y al lector.

Si el brasileño es un existencialista fuera del tiempo y las modas, lo que su literatura demuestra, por inversión de la prueba, es que no existe literatura que no sea existencialista si la medida de la pregunta que se hace y moderno, evita responder, siempre es por el ser del animal que habla, perdido, desubicado o confortablemente adormecido en un mundo que no lo necesita ni vivo ni muerto: un mundo que no lo necesita.


Fuente: Télam

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