Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Un barco en el mar es la figura, aislada, de una pequeña sociedad humana

A partir de una serie de viajes, experiencias y lecturas el escritor Carlos María Domínguez compone Mares baldíos, un libro de relatos donde el mar funciona no sólo como escenario de las acciones sino como metáfora de la condición humana, a través de historias que llevan a los personajes al extremo de sus posibilidades.
Nacido en Buenos Aires, en 1955, Domínguez reside en Montevideo desde 1989.
Se inició como periodista en la revista Crisis y entre sus muchos libros (más de 20) se destacan las novelas La casa de papel (traducida a 25 idiomas), Tres muescas en mi carabina (ganadora del Premio Onetti de la Embajada de España en Uruguay), La mujer hablada, La costa ciega y La breve muerte de Waldemar Hansen.

Domínguez, que también es autor de la biografía de Juan Carlos Onetti, Construcción de la noche, habló con Télam sobre las lecturas, experiencias y lugares que le dieron origen a este volumen de relatos, publicado por la editorial Random House.

¿Cómo nacieron estos relatos?
De mis merodeos por la costa, en las aguas del Río de la Plata, de mis conversaciones con capitanes, prácticos del río, pescadores, contrabandistas, piratas, de los viajes de la realidad y la imaginación. Me crie en las costas de Olivos, cuando los balnearios eran populares y los fines de semana llegaban camiones repletos de trabajadores, con el loro y la abuela, había kermeses y el río era una fiesta. Todo eso acabó con la dictadura de Videla. Reencontré el río y el mar del lado uruguayo, donde existe una raza de orilleros prácticamente desaparecida del lado argentino.

Entonces descubrí muchos personajes, misterios, cuentos que merecían escribirse. Me embarqué en canoas, veleros y buques portacontenedores. Esa experiencia, de un modo u otro, sostiene los textos de este libro que culmina con una indagación en la paradoja radical del lenguaje humano, encarnada por dos marinos que navegan por los mares de Oriente (Una conversación honesta). Hay una trayectoria que lleva de un cuento a otro, y me gustaría que fuese leído en su unidad esencial, porque así fue escrito.

De Melville a Hemingway, pasando por Conrad, existe una larga tradición literaria relacionada con el mar, ¿cómo ves esa experiencia en la literatura latinoamericana?
Desconozco la literatura marina que ha dado el continente. Hace poco conocí en el puerto de Santos (Brasil) a Amyr Klink, un economista brasileño que en cien días cruzó el Atlántico a remo, de Sierra Leona a Bahía de San Salvador, y escribió su experiencia en el libro Cem días entre céu e mar y es autor de otra aventura en el Ártico, Paratii: entre dois pólos.

Podría sumar la maravillosa novela del cubano Lino Novás Calvo, Pedro Blanco, el negrero, y en Argentina Sudeste, entre otros relatos de Haroldo Conti; Tierra del Fuego, de Sylvia Iparraguirre; Kanaka, de Juan B. Duizeide, que también preparó la antología Cuentos de navegantes. En Uruguay prácticamente no ha habido literatura marina. Es un género que se expandió con los imperios y en el Río de la Plata ha sido marginal al centro de las preocupaciones, que provenían de los malones de la pampa, los gauchos, los caudillos".

En muchos de estos relatos la naturaleza parece tomar una fuerza inesperada que lleva a sus personajes a situaciones extremas, ¿cómo trabajaste esa tensión en la propia narrativa?
Por extrema que sea la experiencia marina, las trampas de la naturaleza no son más ingeniosas y crueles que las de los hombres. Si el escenario es relevante, lo es porque fuerza los conflictos del carácter, del corazón, de la condición humana. En varios de estos cuentos -"Combustión", "La trampa de arena", "Mancuso", "Una conversación honesta"-, es el lastre humano lo que salva o condena, y te diría que en todos, la naturaleza solo agita y despierta la oscuridad que anida en los personajes, porque una desgracia no es un conflicto, pero un cuento es la experiencia de un conflicto, y es eso lo que lo vuelve relevante.

¿Qué es el mar para la literatura universal?
Una metáfora. Creo en lo que dijo Auden: "El mar es de hecho ese estado de vaguedad y desorden bárbaros del cual emergió la civilización y en el cual, a menos que haya una salvación merced a los esfuerzos de los dioses y los hombres, siempre existe la posibilidad de volver a hundirse". Un barco en el mar es la figura, aislada, de una pequeña sociedad humana, con sus leyes, sus tradiciones, su fortaleza, su debilidad. Una aventura en el espacio, exterior e interior, bajo una lógica muy distinta a la de tierra.

Los barcos, por ejemplo, son más seguros en alta mar, porque es en las costas donde encallan y se pierden, y si a este río los marinos lo llaman "el infierno de los navegantes", es precisamente por su falta de profundidad. Son más de mil los barcos que se han hundido en el Río de la Plata, curiosamente, el tercero más caudaloso del planeta, condenado a regresar al cauce profundo y angosto de su origen.

¿Cuáles son, a tu criterio, las lecturas fundamentales sobre el mar?
De lo que conozco elijo a Joseph Conrad: su cuento "Juventud", su nouvelle Tifón, entre otros de sus títulos (Lord Jim, Un vagabundo entre las islas). Jack London tiene relatos muy buenos, y es inolvidable para mí la tormenta que narra Victor Hugo en El hombre que ríe. Melville cuenta una excelente aventura en Benito Cereno. También es justo nombrar El viejo y el mar, de Hemingway, y varios relatos de Novás Calvo. Además de Pedro Blanco, el negrero, aquel viaje ilegal de unas putas francesas por el Caribe, Long Island, que parece una versión ´onettiana´ del contrabando hacia Estados Unidos, y es magistral.

Fuente: Télam

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