"Cuando los humanos tomamos agua, fijamos en nuestros huesos los valores químicos de la fuente de agua que utilizamos, durante toda nuestra vida", explicó el arqueólogo Gustavo Neme.
Miles de años después "podemos ahora hacer análisis químicos de antiguos restos óseos con los cuales es posible saber qué lugar usaban los grupos prehistóricos humanos para obtener su agua", dijo el investigador.
Una de las preguntas que más ha inquietado a los arqueólogos es qué tan móviles eran esa poblaciones.
Hasta hace poco tiempo, los científicos debían comparar los elementos hallados en sitios arqueológicos de regiones distantes para poder conocer los antiguos mapas de ruta y saber a ciencia cierta si las poblaciones se movían o no de un lugar hacia otro.
"Toda fuente de agua potable tiene valores de oxígeno 18 (O18) que son distintos de acuerdo al lugar en el que se encuentre", apuntó el experto del Museo de San Rafael, que comenzó a aplicar el "Estudio de isótopos estables O18", como en otras partes del mundo.
Una laguna, indicó Neme, tiene valores de O18 diferentes a los de una vertiente o a los de un río, y éste a su vez presenta valores distintos entre sus nacientes a los de su curso inferior o desembocadura.
"En nuestros huesos quedan grabados los valores de O18 del agua que consumimos, por lo que conocer ese dato de las fuentes de agua de una región permite compararlo con los de los esqueletos humanos y saber dónde estuvo tomando agua una persona", explicó.
Este método "nos da la certeza del lugar dónde tomaban agua y así saber en qué lugar vivieron y se criaron los individuos hace mil, dos mil y hasta diez mil años. Esto nos permite conocer si eran sedentarios o emigraban desde regiones distantes", comentó el arqueólogo Adolfo Gil.
Fuente: Télam