Catamarca
Jueves 25 de Abril de 2024
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Una crónica del ser en las fronteras del conurbano

En su libro "¿Para qué sirve la filosofía", Darío Sztajnszrajber legitima el valor de la paradoja como herramienta filosófica y explora una perspectiva democratizadora que liga a la disciplina con la cotidianeidad, en un recorrido casi literario que deja al descubierto los límites siempre difusos entre verdad y ficción.
Provocativa y pedagógica a la vez, la obra ensaya un itinerario no canónico que apunta al desmontaje de las formas tradicionales del pensamiento filosófico a partir de un narrador errante que durante una noche recorre el conurbano bonaerense y experimenta situaciones que permiten vincular, por ejemplo, la inseguridad derivada de un robo con la incertidumbre existencial asociada a la certeza ineludible de la muerte.

"El libro tiene que ver con lo que vengo haciendo en otros espacios, ligado a sacar a la filosofía de sus claustros. En ese sentido se recupera algo así como el propósito originario de la diciplina, que tiene que ver con la capacidad de poder plantear todo desde perspectivas diferentes a las usuales", explica Sztajnszrajber en entrevista con Télam.

"En la cotidianeidad hay un valor predominante que se impone sobre el resto, que es el valor de la utilidad. En ese sentido, la filosofía es un saber que inutiliza las cosas porque muestra uno de los tantos valores posibles y no el único ni definitivo", apunta el ensayista, que desde 2011 conduce el ciclo "Mentira la verdad" por Canal Encuentro.

"Si hay un tema crucial es cómo la filosofía piensa al otro. El tema de la otredad es estructurante en la medida en que la filosofía pone en jaque las formas en que institucionalmente se produce una otredad, siempre afines al poder, a un poder vuelto hegemónico en tanto construye otredades que encajan en lo que necesita. La filosofía cuestiona esas formas de pensar la otredad", analiza.

En "¿Para qué sirve la filosofía?" (Planeta), el autor retoma el cometido socrático de desarticular las certezas y al mismo tiempo se permite funcionar como una suerte de "ready made" que en línea con la célebre formulación de Duchamp propone reformular el status "extraordinario" de la práctica filosófica para hacerla dialogar con lo cotidiano a partir de un referente urbano habitualmente explorado por la política.

"Me resultaba interesante reflexionar en el marco de lo que hoy es un lugar muy signado por esta idea discriminatoria del otro que es el conurbano bonaerense, donde a priori nadie que venga del mundo de la academia daría un peso por pensar que se puede hacer filosofía en determinados lugares. El conurbano está estigmatizado como un lugar de las clases populares donde la filosofía no tiene nada que ver", indica Sztajnszrajber.

El narrador del libro acaba de asistir a una mujer a la que le han robado el auto en un semáforo y su perplejidad despeja el camino hacia un registro que traspasa la coyuntura: "Podemos pensar que toda la filosofía, por no decir toda la cultura, lleva en su origen el propósito de brindar una respuesta al sinsentido de la muerte", observa.

"La cotidianeidad necesita un pacto de confianza y sobre todo de un pacto de olvido. Sabemos todo el tiempo que nos vamos a morir, pero todo el tiempo lo olvidamos. Hay algo en el olvido que nos permite funcionar en el día a día", sostiene el docente y compilador de la obra "Posjudaísmo".

"Está claro que en la cotidianeidad uno olvida esa conciencia de finitud y genera una relación con las cosas como si uno fuera inmortal o las cosas no se acabaran nunca. Heidegger decía que lo que hace la cotidianeidad es desangustiarnos, pero al desangustiarnos nos cosifica, de alguna manera nos vuelve un objeto más de esos que consumimos para tratar de olvidar nuestro sinsentido originario", se explaya Sztajnszrajber en la charla.

¿La filosofía viene a desafiar ese pacto instalando preguntas que visibilizan el malestar de la duda existencial? "La filosofía no propicia la felicidad de los sujetos, o por lo menos no comulga con el sentido tradicional en que se nos vende en la sociedad de consumo ese optimismo ingenuo típico de la felicidad comercial. Por el contrario, produce angustia: una angustia creativa, emancipadora y hasta me animaría a decir, bella", señala.

El filósofo y docente explora en el texto las conexiones entre la literatura y el saber filosófico con el propósito de iluminar al mismo tiempo la relación entre la verdad y la ficción: "¿Y si todo el saber no fuese más que literatura? Pero una vez más; el problema es concebir a la literatura como si fuese la negación de lo real", postula.

"Parto de la idea de pensar a la filosofía como un género literario y en ese sentido la dicotomía entre verdad y ficción está presente todo el tiempo. No es casual que haya un personaje literario a partir del cual se genera la reflexión filosófica. De hecho, ya desde el género elegido no se puede hablar de una obra de filosofía tradicional que se entronque en esa idea platónica de la filosofía como búsqueda de la verdad", indica.

"En todo caso, se plantea a la filosofía como una búsqueda en sí misma que permite ver todo lo que ha ocurrido en nombre de la dicotomía entre la verdad y la ficción, por ejemplo cómo se instalan los discursos legitimadores del poder. El poder siempre habla en nombre de la verdad y por eso es importante recordar que en nombre de ella se han cometido las más grande masacres de la historia", enuncia.

"No es tan claro determinar dónde empieza y dónde termina una ficción. Intento plantear esa tensión y recuperar la paradoja como una forma de argumentar que no tiene que ser resuelta. Se celebra la paradoja como algo positivo, a contramano del pensamiento lógico en general que alienta la idea de que una paradoja no sirve para nada o te priva de un conocimiento intensivo", señala.

¿Qué nuevos perspectivas se abren para la filosofía a partir del avance de las neurociencias que postulan a la mente como un repertorio de procesos que tienen que ver con impulsos eléctricos y químicos, es decir, que pulverizan la idea de la esturctura binaria mente-materia?

"Me gusta la filosofía que se piensa a sí misma desde la contingencia, que parte de la idea de que el ser humano no es algo definitivo y que por lo tanto lo que crea se modifica todo el tiempo: la ética, la estética... todo lo que concebimos hoy en un momento determinado de la historia ha sido de otro modo y va a seguir mutando", concluye Sztajnszrajber.

Fuente: Télam

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