"Elegí el peronismo porque es el único movimiento que está repleto de símbolos, es prácticamente una religión con todos sus elementos, las estampitas, los objetos, los fetiches y hasta el cuerpo, entero o sesgado, el de Eva embalsamado o las manos de Perón", grafica la escritora en diálogo con Télam.
Tiene que ver, además, con "hacerlo historia íntima, no historia con mayúscula, porque mientras la gran historia ocurre (puertas afuera del hogar, en las calles e instituciones) la gente vive otro tipo de vínculos, un poco contagiados por ese afuera", resume la autora nacida en 1966 en Mendoza.
El libro "se construye a partir de las herencias, pero la idea no fue hacer una reconstrucción poética del momento sino traer lo que para mí implicaba. Acá no hay pretensiones de verdad", sentencia.
De esta manera, los 90, que pasaron a la historia como la "desvirtuación" de lo ideológico, en la novela se expresan con personajes más ocupados en acumular que en generar sentido, "pero esa no fue la única faceta de esa época -advierte-, pasaron otras cosas, por eso incluyo hechos como la caída del muro de Berlín".
La jaula a lo largo del relato es esos cuerpos, es también mente y pensamiento, hasta cada escenario en que García Lao coloca a sus decadentes personajes, como la enana renga que posa en un set fotográfico porno-deforme con Man Fredo, el engendro de dos cabezas que parió Aurora, la etérea y omnisciente narradora de esta tragedia.
Ocurre que a esta hija de exiliados -Fernanda vivió entre 1976 y 1993 en España donde estudió piano, danza, actuación y periodismo- le interesaba también "trabajar la deformidad en un contexto de supuesta normalidad".
"Por ahí estamos acostumbrados a ver la deformidad en territorios imposibles -dice-, pero acá tiene una bandera, sus obligaciones y convive en una casa", que podría ser cualquiera de los chalecitos de techos bajos del barrio suburbano que ella misma habita, en Olivos.
Fuente: Télam