Esta es la conversación que Fondebrider sostuvo con Télam.
T : Contame cómo te documentaste para esta nueva versión de Madame Bovary. ¿Estuviste en los escenarios originales? ¿Cuánto cambió eso tu visión de la novela y del arte de la novela en general?
F : En 2010, Eterna Cadencia, editorial para la que ya había traducido los tres libros de Claire Keegan y dos de Georges Perec, me pidió que tradujera Madame Bovary. Antes de aceptar, comparé el texto original con el de algunas de las muchas versiones existentes en castellano y me di cuenta de que había espacio para una nueva versión. Luego de firmar el contrato, me presenté a una beca del Centre National du Livre, de Francia, para viajar a París y trabajar allí durante tres meses. Mi trabajo en París consistió en pensar qué tipo de traducción tenía sentido hacer. Al ponerme en contacto con las ediciones críticas francesas y al descubrir algunos libros, en mi opinión, fundamentales, referidos a Madame Bovary, llegué a la conclusión de que mi traducción tenía que tener un valor agregado. Me decidí entonces por hacer una edición anotada.
El viaje me sirvió entonces, en primer lugar, para tratar de imaginar qué tipo de notas quería. Opté por tres categorías: a) las que repusieran para el lector contemporáneo lo que, desde una perspectiva, socio-cultural no necesitaba explicación para un lector de la época de Flaubert, b) lo que Flaubert dijo de la escritura de la novela en su correspondencia, así como en sus muchos carnets, y c) lo que la crítica dijo desde 1857 hasta la actualidad sobre muchas de las escenas de la novela. Por otra parte, tuve ocasión de ir a Ruán, donde nació Flaubert y donde vivió sus primeros años, y también a Croisset, donde escribió Madame Bovary. Por supuesto que ver la ciudad me ayudó a imaginarme algunas escenas que transcurren en lugares que variaron muy poco desde la época de Flaubert. Croisset, en cambio, fue una desilusión, ya que sólo queda el jardín de la casa y nada más.
Fuente: Télam