Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Under: un baion para el ojo idiota

En Historias del Under, el poeta, performer, actor y agitador cultural Fernando Noy construye el escenario cultural de la postdictadura como una fiesta inolvidable frente al cual -convendría- acercarse lejos de cualquier nostalgia porque maldición, todavía es un día hermoso.
El libro, publicado por Random House Mondadori, es un espacio habitado por los fantasmas de Batato Barea, Enrique Fogwill, Alejandro Urdapilleta, Alejandro Kuropatwa: una alegría que a la fecha continúa en los sobrevivientes de una época marcada a fuego por las drogas y el sida.

Este es el diálogo que Noy sostuvo con Télam.

T : ¿De dónde salió la idea de una historia del under, y cómo se te ocurrió el formato?
N : Conversando con Eliseo Alvarez que con Tranquilo produjo los trece especiales Historias del under emitidos con gran suceso en Canal A. Me preguntó si yo veía ese material como para un libro. De inmediato "se me prendió la Philips" mientras le respondía, emocionado, que sí. Eliseo se contactó con Mondadori y con su director, el escritor Juan Ignacio Boido. El libro sigue siendo muy bien recibido y hasta a mí me sorprende ese fervor por una época tan cercana a la que todos quieren conocer o revivir por la magia y la lectura, que son un mismo don, al menos para mí.


T : ¿No tenés la sensación de que ese mundo, a partir del 83, 84, 85, era más disparatado, menos suntuoso, más reventado pero también más creativo?
N : Totalmente de acuerdo. La osadía, el coraje, la urgente necesidad de expresarse sea donde fuera, sin límites y en libertad absoluta, tuvo en esos años una especie de Fénix que voló muy alto pero jamás dejó de lado que llaman público, y que nosotros teníamos por parte indisoluble de cada función. En templos profanos de la transgresión, el Parakultural, Cemento, Bolivia, Café Einstein, Nave Jungla, incluso lugares que orbitaban el espacio oficial como el Centro Cultural Ricardo Rojas, donde actualmente hay una sala con el nombre de Batato Barea, el pope más amado de esos tiempos.

T : ¿Hubo una movida en la Argentina?
N : Una movida casi sísmica: Urdapilleta, Tortonese, Los Melli, Las Gambas al Ajillo, Omar Viola, Horacio Gabin, Omar Chabán, Los Apestosos, Vivi Tellas, Tino Tino, La Dupla Suárez, entre tantos, imposibles de enumerar, entrecruzándose con los músicos, Sumo, Los Redondos, Masacre Palestina, Virus, Los Encargados, Diana Nylon, Fabiana Cantilo: la movida del engrudo, ese era nuestro modo de nacionalizar el término, equivalente a la de los grandes ciclos: el Di Tella, el surrealismo en Francia, la semana del Arte Moderno en Brasil, Las Yeguas del Apocalipsis en Chile, El Galpón en Uruguay.

T : ¿Qué pasó con todo aquello? ¿Se mercantilizó, fue absorbido por las modas que imponen los medios? ¿Fue algo tan inorgánico?
N : Aquel devenir de fiesta delirante continuó hasta que como la vaticinara Marcia Schwartz, muerto Batato, muere el underground. Además, se cerró el Parakultural, pero después nacieron Babilonia, Medio Mundo, El Dorado, Ave Porco, Morocco, en el postengrudo. Pero incluso hoy, la creación periférica siempre está presente. Nunca ha vuelto a suceder una fusión como la del 84-85. Muchos grandes de esa época entraron al mainstream, pero no por eso perdieron su brillo. El amor por ese tiempo no está perdido. Antes, los espacios convocaban, los medios apoyaban, difundían. Hoy, ciertos artistas, tienen su público asegurado por las redes sociales. Es un devenir que busca encontrar una expresividad.

T : Te concentrás mucho en los actores. Haceme una semblanza corta de Batato, Urdapilleta, Tortonese, pero también de María Moreno, Fogwill, Claudio Uriarte, Jacoby, tus temporadas en Mar del Plata.
N : Más que actores diría intérpretes de un estilo irreverente. Todos compartían esa clave combativa contra un sistema opresivo, nada los amedrentaba o detenía. Todos eran pasiones de las musas desvariadas, irritables, fascinantes, hechiceras. Se puede hablar en plural de una ideología jamás vista en si intensidad luminosa hecha época.

T : ¿Qué queda hoy de todo aquello, sin enumerar la cantidad de amigos muertos?
N : Los vestigios de esos tiempos siguen intactos en los nuevos guerreros buscadores de un arte total que no se limita solo al escenario sino a la vida misma. Batato jamás usó drogas pero él mismo era un ácido lisérgico. Yo sí, todas, como tantos otros. Provengo de los tiempos del amor y paz, era un hippie-Tella que podía naufragar por la avenida Corrientes con Miguel Abuelo, Alejandro Medina o Tanguito, y al mismo tiempo con Marta Minujín y Dalila Puzzovio en el Di Tella. Si me detenía en cualquier farmacia, la anfetamina más pura valía menos que un vaso de moscato. La prohibición de esas drogas y el sida lograron la mutación. A esta altura, me parece que la muerte es una cita en ese gran hotel de la vía láctea donde todos nos reencontraremos para seguir enviando la mejor vibra para este mundo cada día más necesitado de poesía, la diosa madre de todas las artes y por la cual seguimos eternamente juntos. Nuestra fulgurante herencia nada ni nadie podrá apagar.

Fuente: Télam

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