Catamarca
Viernes 26 de Abril de 2024
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Yo solo tengo miedo de mí mismo

En Los hijos de la noche, el ensayista español Santiago López Petit despliega en una primera persona claustrofóbica uno de los males de este siglo: el síndrome de fatiga crónica, una de las variantes que la sociedad del cansancio teorizada por el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han usa para definir este nuevo paradigma, acaso destinado a sobreimprimirse con las sociedades del espectáculo y las de control en los comienzos de este milenio.
El libro, publicado por las ediciones Bellaterra, es una terrorífica carrera perdida de antemano por un corredor de fondo, que a pesar de no darse por vencido, entiende que el cansancio es la enfermedad misma.

López Petit es filósofo en la Universidad de Barcelona, además de químico, ensayista y ex militante de los grupos de autonomía obrera en los 60. Entre otros libros, publicó Horror Vacui, El infinito y la nada y Breve tratado para atacar la realidad.

Este fragmento de su último libro fue cedido gentilmente a Télam por la editorial que lo publicó.


"De acuerdo. Llamaré fatiga a mi enfermedad, aunque tanto me da el nombre. Yo sé que estoy enfermo de una enfermedad que me dice la verdad del mundo y de mí mismo. La fatiga es, en este sentido, un exceso de dolor. Y, también, un exceso de verdad. De aquí que no sea nada fácil de abordar. Por un lado, mi respuesta a quien con afecto pregunta acerca de mi situación necesariamente incomoda y deja sin palabras más allá de las tímidas expresiones cuánto lo siento o ¿no se puede hacer nada? Por otro lado, yo mismo quedo puesto en un lugar extraño en el que me siento desnudo y desprotegido. Como si hubiera revelado el secreto de mi vida. Pero la fatiga, en la medida que ha simplificado brutalmente mi vida, me ha enseñado que este secreto no es mío exclusivamente, sino que es el secreto propio de toda vida.

"A veces el sueño es tan profundo que no creo poder despertar. Sin embargo, abro los ojos. Con los ojos abiertos siento aún más fuerte la presencia incisiva del sueño dentro de mí que, clavado como está a mi esqueleto, no me ha abandonado. Luego vendrá la fatiga que debe ser algo como la muerte puesto que me posee enteramente.

"Un judío que estuvo preso en un campo de concentración afirmaba: No pensar era la única manera de sobrevivir. Eso es también lo que yo intento hacer. No pensar. Sobrevivir para él supuso tener que pertenecer a un Sonderkommando cuyo trabajo consistía en sacar los muertos No sé cómo calificar mi situación. Quizás el término más apropiado sería el de una ausencia dolorosa. Un proceso lento de destrucción que avanza en silencio y con la determinación irresistible de una espiral de cansancio. Sensación permanente de sueño tanto de día como de noche. Dormir y no poder verdaderamente dormir. La vida es la celda de una cárcel donde alguien me impide dormir. ¿De quién es la mano torturadora que jamás me permite descansar? La vida se ha convertido en mi Guantánamo particular. No ser nunca capaz de alejar esta muerte en vida y tener siempre que disimular. El sueño inacabable deforma mis ojos hasta que casi no veo. Siento el rostro hinchado. El peso infinito de mi cuerpo y la cabeza siempre a punto de estallar. El sueño que nunca cesa no llega a cansar lo suficiente para poder por fin descansar. Al contrario, excita. Me pone al borde del ataque de nervios. De una explosión incontrolable. En las cumbres heladas del Himalaya falta el oxígeno y no se puede permanecer mucho tiempo. No es fácil vivir en el entre que separa la vida y la muerte. En este entre se pierde el miedo. Yo solo tengo miedo de mí mismo.

"He tenido que cambiar mi modo de trabajar ante la imposibilidad de recordar lo que pienso, ante la dificultad de poder concentrarme. Introducir una cierta disciplina en mi vida ha sido la única manera de evitar disolverme, de poder controlar, aunque sea parcialmente, este proceso de demolición. Horarios rígidos, limitación de viajes. A cada pensamiento asocio una palabra, un sentimiento, para que no me huya en su impasibilidad. A pesar de todo, la actividad de pensar me permite aún una cierta objetivación. Me abre un espacio en el que resistir. Tomo cada vez menos apuntes porque mi mano tiembla.

"No consigo localizar la desesperación que crece en mí pero constato sus efectos devastadores. Estuve más de un año escribiendo sobre ella metido de pleno en ella. En una pequeña libreta que siempre me acompañaba recogía frases que creía arrancadas de la tensión oscura de mi noche. Palabras que me parecían teñidas de un dolor incomunicable. Más tarde, cuando conseguí cierta distancia, y me pregunto qué significa cierta distancia, pude comprobar que lo escrito no tenía el más mínimo valor. No eran más que gritos, susurros, llamadas de atención. Entonces comprendí que la desesperación era algo sumamente simple. Tan simple como la muerte.

"La situación es sencilla de explicar y, a la vez, inexplicable. Dormir sin dormir. En mí crece un cansancio infinito, pero este cansancio no permite ningún tipo de abandono. Dormir sin dormir es vivir sin vivir. Intento distinguir entre un sufrimiento físico y un sufrimiento psíquico. No puedo partir con los dedos una pastilla, o abrir una cerradura. Es fácil de describir el dolor que en estos casos siento. Pero lo que me pasa en la cabeza no consigo descifrarlo. Es dolor de cabeza, aunque hay algo mucho más terrible. Porque, en definitiva, con el dolor de cabeza he convivido siempre y sé cómo hay que enfrentarse a él. La oscuridad, el hielo, la luz infrarroja, golpes y presión son modos de atacar un enemigo que puedo identificar. Pero esa desesperación que no se deja localizar es mi peor enemigo. Está dentro, me combate. ¿Soy yo? Soy yo luchando contra mí. En la soledad creo un Dios para tener un oponente con el que poder luchar.
(…)

"Despierto como cada día en otro cuerpo que no reconozco como mío. Creo que me viene estrecho y me duele. No puedo casi moverme. La cabeza tampoco es mía. Hace tiempo que mi cabeza es un solar abandonado entre dos edificios que el viento azota. Quizás un día vendrán algunos vecinos valientes a plantar un huerto. Un huerto donde los niños podrán jugar mientras sus mayores seguirán hablando de la vida que pasa"

Fuente: Télam

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