Camiones de vialidad y tractores que arrastraban varias bateas recorrían las calles de barro marrón y superaban pequeñas lagunas que llegaban hasta las casas, para recoger estos residuos, sobre los que comenzaban a formarse nubes de moscas, mientras zumbantes mosquitos surgían de matorrales y recovecos húmedos.
Personal de Gendarmería entregaba bidones de agua mineral y también baldes de plástico y cloro, que la gente mezclaba con el agua recogida de los charcos para limpiar pisos, paredes y mesadas.
En la zona céntrica ya no había agua dentro de las viviendas, aunque la humedad marcaba claramente la altura de más de un metro y medio que había alcanzado la inundación, pero en barrios del norte y el oeste muchos tenían virtuales piletas dentro de algunas habitaciones.
Algunos vecinos afirmaban que hubo un relevamiento sobre sus pérdidas -que todos calificaban de "totales”- y necesidades, de parte de la municipalidad, pero otros se quejaban de que ninguna autoridad se había acercado a sus casas.
La policía patrullaba las calles transitables para evitar actos de rapiña, mientras que en el barrio Don Pancho, que continuaba anegado, sólo podían hacerlo gendarmes en los gomones de esa fuerza y algún vecino en bote propio.
Fuente: Telam