Catamarca
Lunes 29 de Abril de 2024
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Hay muchas maneras de tratar al vacío

En Literatura y vacío. Psicoanálisis, escritura, escritores, el psicoanalista y escritor José Ioskyn relee un conjunto de obras para encontrar una doble resonancia: la de la obra misma en el autor y el lector y más específico, en el psicoanalista, anudando en el concepto de texto una iluminación precedente a cualquier interpretación.
El libro, publicado por las ediciones Letra Viva, lleva un prólogo del también psicoanalista Jorge Chamorro, y estudia en detalle algunas piezas de Alejandra Pizarnik, Osvaldo Lamborghini, César Aira, Juan Rodolfo Wilcock, Mario Levrero y Héctor Viel Temperley, entre otros, ocupado menos en entender la vida de esos autores que en escuchar qué dicen esas obras sobre cierto estado de la lengua.

Ioskyn nació en La Plata en 1962. Es graduado en Psicología por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y publicó la novela El mundo después en la editorial Paradiso.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Por qué literatura y vacío? La literatura, ¿obtura determinado vacío o lo circunscribe? En cualquier caso, ¿cómo entender literatura en este caso? Sin pensar en un análisis textual, ¿cuál es la diferencia, desde ese punto de vista, de Philip Roth y Danielle Steel?
I : Hay muchas maneras de tratar al vacío, desde siempre fue un tema para el pensamiento; no es, por supuesto, un descubrimiento del psicoanálisis; la cuestión es cómo lo consideramos, y cuál es su operatividad. En psicoanálisis se lo trata de distintos modos: castración, falta en ser, agujero forclusivo, sujeto u Otro barrado. El vacío del título refiere a otra cosa, a la represión primaria en Freud, en la cual ya no hay más significantes a los cuales referirse para desplazar la significación. Un nec plus ultra. Llegado ese punto, se recurre al mito, a la construcción analítica, a algún tipo de invención, estamos frente a un agujero irreparable en lo simbólico. Lacan recurrió al pensamiento chino, donde el vacío es creativo y fundante. Estos puntos de vista son los que me orientaron, en el sentido en que alguien tiene que hacer con lo que no tiene, no con lo que tiene y puede. Tiene que inventar, crear, a partir de nada o casi nada. Me atrae el testimonio de aquellos que hicieron literatura habiendo tocado algo que no puede ser explicado ni dicho. La idea es que el vacío es lo que no se puede decir, lo indecible, podría ser la pulsión también, o la angustia sin amarres, y es cuando se llega hasta ahí que hay cierta literatura que trabaja, con una operación estrictamente propia, y que puede enseñar a los analistas a saber cómo hacer cuando no hay palabras. Siempre, tarde o temprano, estamos ahí, y algunos de los escritores que elegí están justamente frente a la muerte, a lo indecible del sexo, de la vida, de lo absurdo, del horror o la crueldad. Supieron transformar eso en belleza, arte, es algo bastante misterioso, ¿cómo lo hicieron? Eso me interesa. ¿Cómo hizo Barón Biza, en medio de su lucha contra el suicidio, para escribir esa novela genial, bellísima? ¿Cómo pudo Viel Temperley, trepanado del cráneo, operado, escribir esa poesía tan rara de sus dos últimos libros, que ni siquiera es seguro que sea poesía, pero que es una de las cosas más hermosas que existen?

T : La literatura que trabajás ¿es la que produce un autor? ¿Cómo entender la función autor después de que cierto estructuralismo decretara su muerte?
I : Es cierto que tomo el tema del autor, problematizado por Foucault en Qué es un autor, y en El orden del discurso. Pero en rigor, es al revés: no es el autor el que crea la obra, sino la obra, y la lectura de la obra la que fundan al autor. Es complicado, pero es fácil de entender. Servía para justificar lo que Althusser y Lacan hacían con Marx y Freud, por ejemplo. ¿Qué dijo Freud? Bueno, dijo lo que yo digo, estos y estos enunciados, pero aquellos otros, que los dijo efectivamente, no entran en el autor Freud porque no respetan su lógica. La idea es que una lectura consistente funda a la obra y al autor, salir de la idea del autor como equivalente a la persona que escribió el texto. El texto es de quien puede operar y fundar una discursividad a partir de él. El lector funda al autor. Después vino Steiner a decir, bueno, fijénse que estos tipos, los franceses, arruinaron todo, porque si cualquier lector decide lo que un autor quiere decir perdemos de vista el mensaje esencial de lo que el escritor quiso decir, no caigan en esa trampa, es un falseamiento. Pero a criterio de Steiner, con el retorno al concepto fuerte de autor, viene también agregada la presencia de Dios, ya que el autor creador original de su texto, en definitiva, es equivalente a Dios. Al final, a pesar de su recuperación de la figura del autor en el sentido clásico, debe decir que un texto existe cuando el lector lo lee y le da vida, de modo que la inoculación estructuralista continuó. ¿En qué nos interesa eso a los analistas? En que el que habla, el Yo del analizante, cree ser el autor de sus dichos, pero cuando algo viene del Otro (el inconsciente), el sentido sólo se fija por la acción del lector (el psicoanalista). El analista no es autor, sino que señala al sujeto del inconsciente como verdadero autor de lo dicho. El analizante se va transformando a lo largo del análisis en un lector del inconsciente, y de su programa de goce, que son los verdaderos autores del texto que se va escribiendo en un análisis. En esto nos sirve el concepto de autor como lo trabaja Foucault: un psicoanálisis como escritura de un texto segundo, a partir de un texto primero. La paradoja que sobreviene con esta lógica es: el inconsciente que se lee, y cuya escritura se produce durante el análisis ¿estaba desde antes, o es una producción propia del análisis?

T : ¿Por qué un libro con este título (pero recuerdo uno de Catherine Millot sobre Jean Genet, Yukio Mishima, etcétera), pareciera reenviar a un universo de discurso teórico, para especialistas o bien hacia una literatura para escritores (o eventualmente escritores que además son psicoanalistas)?
I : Si hiciera un libro para psicoanalistas que además son escritores, no tendría lectores. Me parece que los analistas pueden sacar provecho de un libro en el que yo mismo aprendí lo que los autores que se me aparecieron por el camino me enseñaron. Se puede aprender de los escritores, como se aprende de los pacientes, y del propio análisis, salvando las distancias entre estas operaciones tan diferentes. Tomo escritores cercanos en tiempo y espacio, casi todos son argentinos y contemporáneos. Muchas veces los analistas nos remitimos casi exclusivamente a los nombres que abordaron Freud Y Lacan. Pero es necesario, para estar a la altura de la subjetividad de la época, mirar lo que se está produciendo cerca, y percibir la enorme poesía, la fuerza del lenguaje y el trastocamiento que hace con éste un verdadero artista. Con los mismos elementos que tenemos a disposición, un escritor o un poeta (o un músico, cineasta, artista plástico) puede convertirlos en algo increíble, irreal, imaginativo, único (en el sentido de Wilde, de que sólo aquello que no existe puede ser real). Problematizar el realismo, salir de la coerción de la realidad. Nuestra literatura es especialmente rica en esta problematización de la relación entre ficción y realidad. Para los que se dedican a la literatura, creo que puede interesarles una lectura psicoanalítica de su campo. Me parece que hace un tiempo que los analistas y los escritores nos miramos con curiosidad, pero no nos acercamos, como cuando alguien dice, esta persona me interesa, pero es un poco difícil, así que sigo de largo. Hay cosas nuevas en el psicoanálisis que podrían ser muy útiles para el análisis literario, por ejemplo la cuestión de una escritura por fuera del sentido es algo que se plantea en psicoanálisis como operación analítica, pero también se extiende a lo literario. Hay escrituras que no recurren al sentido como máquina sino que se escriben sin una aproximación psicológica, o de cualquier otro sentido, el cual incluye explicaciones, motivaciones, etcétera. El tema de lo que es una letra que se escribe, entre simbólico y real, y la literatura que se corresponde con esa noción, es algo que puede ser interesante para el campo literario. Y el lector común, puede también enterarse de muchas cosas, es un libro que a pesar de lo que te voy diciendo, es bastante fácil de leer, por lo menos eso me han dicho los que se animaron.

T : En Literatura… hay apartados para Osvaldo Lamborghini, César Aira, Pablo Katchadjan, Mario Levrero, escritores que difícilmente sean leídos por fuera de ciertos protocolos. El vacío (el ombligo del sueño), ¿es lo que pretende aislar el psicoanalista? Si fuera así, ¿es más fácil con estos autores difíciles?
I : Esos autores que nombrás, más algunos otros, tienen en común que obligan al lector a no seguir el camino del pensamiento usual, y del sentido común, alteran la manera coherente de proceder del Yo y de la consciencia, por eso son interesantes. Y si en un análisis existe la posibilidad de suspender el sentido común, y lo habitual y aprendido, estamos en un buen camino también.

T : Freud, sin embargo, supuestamente era más conservador en sus elecciones estéticas: Ibsen, Schnitzler, Jensen, Dostoievski. Lacan se inclina por Sollers, Joyce, etcétera. La diferencia ¿radica ahí más en la mirada del escritor sobre el padre (su declinación) que en el estilo, o uno es inseparable del otro?
I : Es cierto, es un tópico, el tema de esas preferencias, pero fijate en los autores que más trabaja Lacan en sus seminarios: Shakespeare, Claudel, Victor Hugo, Sófocles, Eurípides. Depende de lo que uno haga con esos gustos. Y el estilo, qué decirte, es fundamental, el estilo no es solamente una manera de hacer, o decir, o escribir. El estilo es un mundo, con el sello del cuerpo del que vive y construye ese mundo. Entonces, queremos que un analizante que termina su análisis tenga su estilo propio, su manera de vivir la vida, eso sería algo diferente a cualquier otra terapéutica. Como dijo Lacan: no soy poeta, soy poema. Uno y su vida es su propia obra, que ya no la deciden otros, sino el deseo y el goce ya asumidos como tales, con todas las dificultades que a veces trae eso.

T : Esclarecedor resulta el capítulo sobre James Ellroy. Los escritores ¿de qué se defienden? Otra vez, ¿Roth como Steel?
I : En cuanto a Roth, me gustaba mucho cuando empezó, El lamento de Portnoy era muy divertido, pero desde que quiere escribir la gran novela norteamericana, aburre, todo eso es absurdo. ¿Los best sellers? Hay quien dice que hay que aprender de ellos a escribir algo que tiene un funcionamiento, que engancha al lector… aburren. Si un texto no me transmite una manera diferente de escribir, me produce rechazo. El argumento puede ser cualquiera, eso no importa. ¿De qué se defienden? No lo sé. Supongo que los escritores, además de defenderse como cualquiera, de lo que no soportan y se vuelve síntoma o angustia, tienen esta posibilidad de generar algo al costado de la neurosis o la psicosis, que no es analizable, y que es su sostén frente a lo insoportable. Por favor, no analicemos a los artistas, dejémonos enseñar por lo que hacen. Si explicamos todo, nos quedamos vacíos, pero este es otro vacío, no el generador, sino el que aplasta y mata todo lo bueno.

Fuente: Télam

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