Don Antonio, relata que en sus comienzos, fue horticultor, cuando todo era favorable para esa actividad. En la época que se producían en la Colonia unos 18.000.000 de kilos de tomate, o 4.000.000 de kilos de tabaco, fue que Muñoz hacía la punta en las producciones de zanahoria Chantenay, y llegó a mandar entre tres y cuatro tacos por día, a Mendoza. Dice, que Nueva Coneta fue la envidia de todo el país, a tal punto que narra anecdóticamente, la vez que desde El Cordón del Plata se engaño a toda la ciudad de Mendoza, etiquetando la zanahoria criolla con la calidad chantenay de La Colonia, primicia por lo menos dos meses antes que en todo el país. Por esos años, no solo esa actividad prosperaba, sino también otras producciones como la del tabaco. Entonces, se pagaba un dólar el kilo, Por eso, este granadino vio mejor opción al tabaco, del que sacó mejor rédito aún, que con la hortaliza y supo como hacer para obtener 3500 kilos por hectárea.
Las lembranzas de Don Antonio, no hablan de otra cosa que de las sinecuras que le dio la tierra en Nueva Coneta, y que él supo valer con poco dinero y mucha voluntad.
Hoy, con un profundo conocimiento de las propiedades del suelo, no dudó un instante en dedicarse a la actividad láctea, precisamente a la producción de quesos. Según dice Don Antonio, el suelo conetense, es por su ventilación, tal vez, uno de los mejores del país para la actividad ganadera. Y antes de mostrar su modesta fábrica que está detrás de su casa, el granadino, advierte la simpleza de la actividad, e insiste en rotular la persistencia como la madre de su progreso. Rememora entonces, cómo el clima catamarqueño fue su peor enemigo cuando llegó de Mendoza, tierra fértil y noble que eligieron sus ancestros para vivir, cuando llegaron de Granada. En cambio aquí, las sequías y los vientos eran y siguen siendo, la cola del diablo que se mete de cuando en cuando para hacer rabiar a los colonos.
Pero cada día, Muñoz y un grupo de diez empleados, incluido su hijo Miguel y su nuera, extraen de unas cien tamberas, algo así como 1200 litros de leche para elaborar 150 kilos de queso cremoso, que serán distribuidos en decenas de comercios de la capital, con gran aceptación asegura el granadino.
Mientras camina rumbo a la pequeña planta de quesos, por detrás de la casa, el hombre señala primero la cisterna, y entonces, habla de lo difícil que ha sido desde siempre, abastecerse del elemento. Después hace una reseña del origen de la caldera, adquirida en un oportuno remate dónde desembolsó unos pocos pesos para traérsela. Pasando por unos 50 tachos lecheros, que cuando comenzó, dice, fueron la mitad, el quesero llega y muestra su orgullo, la dichosa fábrica de quesos Cumbre de Ambato