Había que ver al pueblo con sombrero aplaudiendo al conjunto Los Huayras sin soltar el paraguas o enfundado en un impermeable improvisado sobre la marcha. Pocos corrieron a refugiarse en los techitos que prestaban carpas y ranchos: la mayoría prefirió permanecer a la intemperie haciendo de cuenta que el cielo estaba estrellado. A la vista quedó una verdad que a veces se olvida: nada supera la experiencia de cantar y bailar bajo la lluvia.
Los “Kiss” del valle
La Fiesta del Queso tuvo, entonces, su sábado encantado con una presentación afinadísima de Los Huayras (¡atención! Regino Amado, vicegobernador subrogante de la provincia, se mostró fascinado con ese espectáculo) y el final alegre que propusieron Los Nocheros. El gentío trató con enorme calidez a ambos grupos salteños y sin duda estos la pegaron con sus respectivos repertorios atiborrados de clásicos.
El momento reflexivo de la noche consistió en la proyección de un video contra las diferentes formas de violencia elaborado por la Comisión Nacional de la Mujer. El audiovisual forma parte del programa “Sacá tarjeta roja al maltratador”, que consiste en la distribución de unas cartulinas como las que usan los árbitros de fútbol para expulsar a los jugadores violentos. En la Fiesta del Queso, las tarjetas rojas dieron lugar a todo tipo de juegos, complicidad que confirmó el acierto de la campaña.
El momento bizarro estuvo a cargo de los humoristas musiqueros QV4, que subieron al escenario -¡atención de nuevo!- con los atuendos y maquillajes de Kiss, banda estadounidense de hardcore. El ambiente del folclore reaccionó bien, aunque el espectador lugareño Víctor Álvarez bajó el pulgar a la propuesta. “Se burlan de nosotros”, opinó con una mueca de disgusto. La apuesta era riesgosa (hay que animarse a imitar a Mercedes Sosa y a otras vacas sagradas del género en la Fiesta del Queso), pero al final prevalecieron las sonrisas y los QV4 se marcharon contentos.
Cosa ‘e mandinga
Seguro que hasta mandinga se sorprendió con el ir y venir de políticos que hubo en la edición del festival que acaba de terminar. Esta era la situación durante la madrugada del domingo: Julio Cobos, el ex vicepresidente de la Nación, comía en un rancho junto a un grupo de correligionarios radicales encabezados por un emponchado diputado José Cano, mientras Mateo Martínez, candidato a rector de la Universidad Nacional de Tucumán, seguía de cerca el show en el sector de la “very important people”. Allí mismo se sentaron, entre otros, los alperovichistas Amado; Bernardo Racedo Aragón, presidente del Ente Tucumán Turismo, y Alberto Olea, intendente de Monteros. En la platea preferencial se acomodó asimismo el concejal capitalino Claudio Viña (FR).
Pese a que había políticos “para hacer dulce”, su presencia pasó casi inadvertida. El único momento en que el oficialismo salió a la palestra fue para entregar el Queso de Oro al picapedrero Arturo Álvarez, acto que encabezó el intendente tafinisto, Jorge Yapura Astorga.
La historia del homenajeado merece un comentario aparte. Álvarez, que está por cumplir los 88 años, talló con sus manos el altar, el pórtico y el sagrario de la parroquia de la villa (sus secretos y anécdotas constan en la última edición del suplemento Verano en los Valles de este diario). Con él permanece vivo un oficio milenario en extinción, tan duro e inquietante como la roca misma. “En él nos miramos cuando tenemos dudas”, dijo el presentador encargado de hacer una semblanza del personaje.
El picapedrero, con su cara arrugada, su poncho y su bastón, aceptó sin pestañear el galardón (un título y una fotografía) y los elogios de la organización. Cuando le cedieron el micrófono, se tomó su tiempo -un par de segundos prolongados- para decir con voz clara: “saludo a todo el público presente como así también a los amigos y a la familia”. Y tras este discurso sin rodeos, regresó al sitio donde estuvo parado durante toda la noche: en el medio de la platea y en el centro de la lluvia, rígido y altivo como un menhir.
Fuente: lagaceta.com.ar
